Mañana de Viernes Santo en la década de los año Ochenta
Esta vistosa y colorida fotografía de la mañana del Viernes Santo de principios de la década de los Ochenta nos sitúa en el inicio cronológico uno de los ciclos históricos más destacados de la Semana Santa en general, y de la de Aguilar de la Frontera en particular. Un periodo que algunos han calificado como el segundo Siglo de Oro de las cofradías, equiparándolo a la etapa que vivió esta celebración religiosa durante la segunda mitad del siglo XVII y primer tercio del XVIII, tiempo en el que la conmemoración de la Pasión de Cristo se envolvió de la estética y parámetros celebrativos del Barroco, en los que ha perdurado hasta la actualidad.
Que duda cabe que si estableciésemos la comparativa entre estos dos periodos por el volumen de creación de nuevas cofradías; realización de nuevas imágenes; restauración de las primitivas; enriquecimiento patrimonial; respaldo social y popular a las cofradías, etc., resultaría difícil determinar cuál de los dos fue más fructífero para la Semana Santa, aunque siempre guardará el siglo XVII la prerrogativa de haber engendrado la estética cofrade que se ha eternizado hasta nuestros días.
Cualquier persona que conociera o viviera la Semana Santa de Aguilar de hace tres décadas podrá rememorar a través de esta instantánea aquellos primeros años de efervescencia cofrade tras el declive que arrastraba el mundo de las hermandades desde principios de la década de los Sesenta, y que se prolongó hasta bien entrada la de los Setenta. La cofradía de Jesús, con idiosincrasia propia, vivió este periodo histórico bajo el condicionante de tener por Titular a la devoción más arraigada de la población, y por otro lado, y probablemente derivado ello, con los habituales episodios de desavenimientos internos que sufre la Real Cofradía Nazarena de forma cíclica.
Pero sin duda, la cuestión que mayor inseguridad causaba al universo cofrade durante esos años fue, sin duda, la incertidumbre por conocer la disyuntiva social y política que se derivaría de la presumible y cercana muerte del General Franco. Nadie podía vaticinar cómo afectaría a la Semana Santa y sus cofradías la caída del viejo régimen autocrático, ni cómo evolucionaría una tradición eminentemente religiosa, aunque en ella se aglutinen elementos culturales, sociales, antropológicos, etc. en un marco ideológico distinto al impuesto durante 40 años por la uniforme y católica dictadura.
A través de esta fotografía, convertida en documento gráfico, se aprecia claramente que la recién estrenada libertad fue desde el principio un estadio social apto para el desarrollo de tan ancestral tradición. La liberación democrática constituyó un insospechado revulsivo para las cofradías, impulsadas por una ávida juventud que refrescó las añejas juntas directivas cofrades, muchas de ellas en estado casi vegetativo como consecuencia del desapego social y eclesiástico que soportaron a causa del mal interpretado modernismo de la Iglesia Católica tras la celebración del Concilio Vaticano II.
Muchos temores se despejaron en el horizonte cofrade al acreditarse de forma clara y contundente que el avance social que conllevó el cambio de Régimen no sólo no lesionó a esta celebración festiva, sino que evidenció un inmediato respaldo social e institucional a la misma.
La presencia en la procesión de Jesús del alcalde comunista, Manuel Espinosa, en representación del pueblo de Aguilar, nombrado Hermano Mayor Honorario en la década de los años Cincuenta, muestra claramente la complicidad que entablaron las primeras Corporaciones Municipales surgidas del sufragio universal con la Semana Santa, al entender los nuevos regidores del Cabildo que ésta no eran otra cosa que la tradición más ancestral y popular del pueblo.
Como es apreciable, el transcurrir del trono de Jesús por el “Llano Bajo” ha constituido siempre -y así lo atestiguan las fotografías más antiguas-, uno de los escenarios emblemáticos del Viernes Santo en Aguilar, lugar donde la cofradía Nazarena alcanza uno de los momentos más álgidos de su procesión anual. La fotografía está tomada en torno a 1982, periodo en el que fue hermano mayor Francisco Cabanillas.
Antonio Maestre Ballesteros