La lluvia, que de forma intermitente cayó durante toda la jornada de ayer, fue mermando con las últimas horas de la tarde, permitiendo que, con algo de retraso, la cofradía de Jesús Preso y María Santísima de los Desamparados aprovechase una clara para poner sus dos pasos en la calle, e iniciar su recorrido procesional en la noche del Martes Santo acompañada por la Banda de cornetas y tambores del Maestro Valero, en el paso de Cristo, y la banda de música de Herrera en la Virgen. .
Cuando las primeras estrellas de la noche alumbraban el ocaso de la deslustrada tarde, intercaladas entre grandes y amenazantes nubarrones, la fastuosa imagen de Jesús Preso, sin duda una de las de mayor mérito artístico de nuestro pueblo, cruzaba el dintel de la puerta de la antigua Ermita de la Veracruz para recorrer, encumbrado sobre un monte de claveles rojos, las calles principales del pueblo, mostrando uno de los pasajes más conocidos de la Pasión, aquel en el que Pilatos lo señala diciendo “este es el hombre”.
Tras Jesús Preso, María, bajo la advocación de los Desamparados, llenó de luminarias el universo de emociones que cada Martes Santo se derrama bajo la noche cerrada, cuando “la virgen chiquita de la monjas” es portada con valentía por la cuadrilla de costaleras decana de nuestra Semana Santa.
El punto álgido de la noche cofrade se produjo, una vez más, con la subida del Preso hasta la puerta de la Jefatura de la Policía Local para recibir la ofrenda de flores que le hacen los agentes, al ser este Cuerpo Hermano Mayor Honorario de la cofradía. La parte más azarosa del desfile se produjo a partir de la media noche, cuando una pertinaz llovizna sorprendió a la cofradía por el inicio de calle Vicente Núñez, lo que obligó a acelerar la recogida, aunque ésta no impidió que el palio ochavado de la Virgen se despidiese de la madrugada bajo los sones de la marcha “Encarnación de la Calzada” y la salve cantada por los componentes de la banda.