No soy el primero ni la primera vez que alguien advierte de la inminente desaparición de un elemento más de nuestro patrimonio histórico-artístico. Aguilar y los aguilarenses seguimos  de brazos cruzados ante la incesante merma de nuestra riqueza patrimonial, y en ocasiones nos atrevemos, incluso, a reprochar a generaciones pasadas  condescendencia en la desaparición de fábricas emblemáticas como: el castillo y fortaleza; las ermitas de la Antigua, San Cristóbal, San Blas, San Sebastián; los conventos de las Coronadas y los Carmelitas, y un largo etc.

Cierto es que no todo ha sido negativo en esta tarea durante las últimas décadas, y que también se han restaurado y puesto en valor monumentos, se han cuidado y conservado otros, e incluso se ha evolucionado en la conciencia de preservar el patrimonio histórico-artístico y medio ambiental de nuestro pueblo.

Pero la realidad nos sigue situando ante ejemplos muy contradictorios  como  el de la fuerte  inversión económica en el cerro del castillo, para alumbrar los restos de la antigua fortaleza, mientras unos metros más abajo contemplamos impasibles cómo la ermita de la Concepción (Carbonell), se va deteriorando cada día más y de manera  irreversible.

Este hecho nos produce, además, el desasosiego de creer que no se está haciendo todo lo que podríamos para salvarla teniendo en cuenta que se trata de un inmueble catalogado en nuestras Normas Subsidiarias-.  Quizás, si se hubiesen dado los impulsos suficientes, si se hubiesen unificado los criterios y voluntades políticas y personales, podríamos haber impedido su ruina. A lo peor es que nadie lo ha intentado seriamente aunque seamos muchos los que  lamentamos esta situación.

Estoy convencido de que la indiferencia de todos ha sido el agente más nocivo para la preservación de este bien patrimonial. Hoy, cuando se da ya por desahuciado, bueno es que, al menos, dejemos constancia de la historia que perecerá sepultada bajo los escombros de sus muros cuando éstos no resistan más la desidia de los aguilarenses y se vengan abajo irremediablemente.  

Corría el último tercio del siglo XIX cuando se instala en nuestro pueblo una importante empresa de manufacturados de derivados del aceite. La llegada de la vía férrea a Aguilar en la década de 1860 había obrado el milagro, y en sus inmediaciones se instaló una de las mayores industrias de la comarca denominada Fábrica Santa Balbina.

Con la propiedad de los sevillanos “ Hijos de Telesforo Díaz” dicha fábrica ocupó 12.700 metros  en los que se levantaron naves y calderas a vapor, extractores de aceite, depósitos de sulfuro, almacén de orujos, etc., que dieron trabajo a una ingente cantidad de vecinos de la localidad. En esta situación se mantuvo hasta el año 1900 en que  fue adquirida por la Casa Carbonell -de reciente instalación en Córdoba-, por 132.962 pesetas.

Con los nuevos propietarios se amplió el recinto industrial y se expandió considerablemente la comercialización de los productos. Al frente de ella se situó Antonio Carbonell y Llacet, quién  la rotuló con el nombre de “Fábrica de aceites de orujo, jabón y sulfuro de carbono -La Concepción-. Coincidiendo con la ampliación de capital de la empresa en el año 1896 pasaron a formar parte de la misma las hermanas de Antonio Carbonell, Francisca y Concepción. A esta última se debe la iniciativa de levantar en la fábrica de Aguilar una capilla donde celebrar la misa semanal para los empleados.

Las obras se realizaron a lo largo del año 1914, bendiciéndose el nuevo templo  el día 8 de diciembre bajo el Titulo de Capilla de la Concepción. La capilla construida responde una iglesia de una sola nave de unos cien metros cuadrados aproximadamente. Cuenta con ocho ventanales y una hermosa portada realizada en ladrillo recordando toda su decoración el estilo Neogótico.

Esta ermita constituye el único ejemplo en Aguilar de las construcciones religiosas, vinculadas a recintos industriales, que proliferaron a nivel nacional durante la segunda mitad del siglo XIX y primeras décadas del XX. Esta circunstancia avala el valor patrimonial que se le otorgó en las Normas Subsidiarias.

No cabe duda que todo este recinto industrial atesora innumerables elementos de gran interés arquitectónico, paisajístico, etc., que, como la capilla de la Concepción, están condenaos a desaparecer si los aguilarenses no luchamos por su conservación, tarea para la que se hace imprescindible  el impulso del Ayuntamiento.

Antonio Maestre Ballesteros




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