Stéphane Hessel es un joven francés de 93 años, antiguo miembro de la Resistencia. Después de una larga y fructífera vida conserva intacto su espíritu inconformista. Por ello, comparte con los lectores varias reflexiones dirigidas a un fin último: invitar a los jóvenes, a todos en realidad, a que no acepten la realidad que vivimos.

Hessel realiza una extraordinaria disección de nuestra sociedad actual. Afirma que todos juntos debemos velar por que sea una sociedad de la que podamos estar orgullosos, aunque sostiene que la actual, caracterizada por los sin papeles, por el recelo hacia el inmigrante, la que pone en duda la jubilación, el derecho a la seguridad social, donde los medios de comunicación están en manos de la gente pudiente, etc. está muy lejos de ese sentimiento.

Cree que el interés general debe primar sobre el interés particular y a este respecto recuerda cómo la Resistencia se vio en la obligación de nacionalizar las fuentes de energía, la electricidad y el gas, las minas de carbón y los grandes bancos, para hacer frente a la difícil situación de la Francia del momento.

Entiende necesario el reparto justo de las riquezas por el mundo del trabajo sobre el poder del dinero, ya que constata que este poder nunca había sido tan grande, insolente y egoísta con todos. Esto ha traído como consecuencia que la distancia entre los más pobres y los más ricos nunca haya sido tan importante, ni tan alentada la competitividad y la carrera por el dinero. El pensamiento productivista, auspiciado por Occidente, ha arrastrado al mundo a una crisis de la que hay que salir a través de una ruptura radical con lo que ha supuesto el dominio financiero pero también el de las ciencias y las técnicas.

Piensa que la dictadura actual de los mercados financieros, culpable de la crisis, amenaza la paz y la democracia. Por esta razón, hace un llamamiento a los responsables políticos, económicos e intelectuales y al conjunto de la sociedad para que no claudiquen ni se dejen impresionar ante este hecho.

Recuerda que el motivo de la Resistencia fue la indignación. Se dirige a los jóvenes para exigirles que se indignen, pues entiende que cuando alguien lo hace se convierte en militante fuerte y comprometido. Y es suficiente que una minoría asuma ese rol puesto que así se tendrá la levadura que levante a la masa.

Alerta contra la indiferencia, la peor de las actitudes ya que está seguro de que al actuar así se pierde uno de los componentes esenciales que forman al hombre, uno de los componentes indispensables: la facultad de indignación y el compromiso que la sigue.

Identifica dos nuevos grandes desafíos (aunque cualquiera de nosotros podríamos encontrar muchos más): la inmensa distancia que existe entre los muy pobres y los muy ricos, que no para de aumentar y la difícil situación de los derechos humanos y del planeta. Así, les dice a los jóvenes que miren a su alrededor pues encontrarán, sin duda, hechos que justifiquen su indignación, situaciones concretas que les llevarán a emprender una acción ciudadana fuerte.

Hessel entiende, por último, que esta indignación debe manifestarse a través de la no violencia, de la insurrección pacífica, que es el camino que debemos aprender a seguir. Y termina con la siguiente frase: Crear es resistir. Resistir es crear.

Indignaos

Stéphane Hessel

Prólogo de José Luis Sampedro

Ediciones Destino, 2011

Imagen: es.globedia.com

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