Uno de los últimos artículos que escribí en “Aguilar Digital” llevaba una falta de ortografía en el título, casi ná, en concreto puse “extrecheces”. El caso es que colgué el artículo y me fui, al poco rato miré si había algún comentario y me dí cuenta del error, lo edité y lo corregí, sin embargo ese mismo día, mi sobrina estudiante en Granada, a pesar del poco tiempo que había estado la falta en onda, ya le había dado tiempo, a la muy cojonera, de percatarse e indicarmelo esa misma noche.
Esta mañana en un programa de radio, “No es un día cualquiera” de RNE, la escritora Carmen Posadas, reconocía abiertamente que no sabía las tablas de multiplicar del 7, 8 y 9, a lo cual la periodista Pepa Fernández respondió que le ocurría igual, que las había olvidado. Si bien a gente de “letras” este reconocimiento no les parece que signifique algo especial en su formación académica, la gente de “ciencias” no parece poder disfrutar de la misma condescendencia respecto a poder olvidar las reglas ortográficas.
Las faltas de ortografía, sobre todo para los que en el lenguaje popular se nos llaman “los que han estudiado”, resultan chirriantes y en cuanto ves una parece como si el texto empezara a cojear, y si está lleno de ellas cuesta seguir el hilo argumental. Sin embargo no quiero dar la impresión al decir “los estudiados” que estemos libres de cometerlas. Personalmente tengo una guerra encarnecida con determinadas palabras que sé perfectamente cómo se escriben, pero que en cuanto te descuidas, ahí salen, es como si estuviese agazapada, esperando un despiste para aparecer y avergonzarte. Ejemplo de ello es la “h” que se me cuela delante de los infinitivos ( “ha coger peras”), lo sé y por eso reviso para ver que no se me ha escapado ninguna, porque, entre otras cosas, ese tipo de faltas de ortografía los correctores automáticos no las detectan.
El caso es que cuando sale una a escena, es como el que tiene la casa limpísima, vamos como los chorros del oro, y va y aparece una cucaracha. Nadie está libre de ellas, por mucho que te cuides te pueden entrar por cualquier sitio, y una vez que ha salido (este lleva “h”), ve y cuéntale al que la ha visto lo limpio que tienes el piso. Es como un estigma que te acompañará durante un buen rato,… ni que digas que seguro que venían los huevos en una caja de leche de un almacén, que están de obra en la casa de arriba, que se ha colado por el caño,… mejor lo dejas. Pues lo mismo con las faltas de ortografía: que si has ido muy corriendo, que sabes como se escribe, que te confundiste de tecla al escribir… mejor pasar un “estúpido” velo.
También son fuente de conflictos, ya que aunque te dirijas con buena intención para indicar a alguien una falta ortográfica, normalmente no se suele recibir con la misma buena fe, que si alguien te avisa de que llevas la bragueta abierta. En este caso parece como si le hubieses escupido a la cara, y la reacción puede ser terrible. Si el aviso es a través de los comentario de foros, blog,… quizás esté altamente justificado indicarlo anónimamente y con mucha prudencia, para evitar que te caiga un enemigo sin quererlo.
Para terminar, una pequeña anécdota. Suelo acabar muchos escritos de correo electrónico con el típico “Un saludo”. Pues bien, desde que una vez se me trastocó una“i” por una “u”, me gusta acabar los correos con “Un abrazo”.
José Miguel de la Rosa Sánchez
Foto: «Alfonso06´s Weblog»