Por el olivar se vieron las bicicletas, rodar y rodar…..

Una nueva jornada de deporte y camaradería han vivido el grupo de socios – ciclista y senderistas-,  que han participado en la mañana del sábado 2 de junio en la ruta Jaén –Doña Mencía, por la Vía Verde del Aceite, en la que han completado un total de 90 kilómetros los ciclistas, y 21 los senderistas.

A las 7 de la mañana se inicio la jornada deportiva con el traslado en autobús hasta la ciudad de Jaén. Un total de 12 kilómetros (extra), se recorrieron por al propia ciudad, con una exigente subida hasta el Castillo de Santa Catalina, desde donde se disfrutó de unas magníficas e impresionantes  vistas de la ciudad y la sierra jienense. En la bajada, pasando por el centro urbano, hubo tiempo para una parada tusitica-cultural con la  visita a la portentosa Catedral  Renacentista que atesora esta capital andaluza, causando verdadero asombro y admiración en los componentes del grupo la monumentalidad de la misma.

Tras callejear y alcanzar la estación del ferrocarril se inició el recorrido propiamente dicho, ya por la Vía Verde, con una continúa “subida”- ¿Quién dijo que la Vía Verde era llana?, que nos llevó a alcanzar el pueblo de Martos pasadas las 11 de la mañana. En Martos nos dilapidamos  los bocadillos y tostadas, y retomamos fuerzas para continuar hasta la Estación de Luque. El ritmo impuesto en este segundo trayecto fue muy severo, aprovechando que había bastantes kilómetros “llanos”, aunque los últimos,  antes de llegar a la estación, (la zona de las lagunas) se hicieron eternos, al acumularse al cansancio  el que nuevamente la falsa llanura picaba hacia arriba. 

Llegamos los últimos del pelotón  a la Estación de Luque con cara de circunstancias, codiciando un avituallamiento que nos restableciese las fuerzas necesarias para cubrir los restantes 10 kilómetros, que como era previsible, nos cebaron las fuerzas y la moral, convirtiéndose la Estación de Doña Mencia en una meta casi inalcanzable, a lo que ayudó bastante el gran enemigo del ciclista, el viento, que a esas horas se había convertido ya en un muro casi infranqueable para quienes apenas nos llegaba el aliento para mirar de reojo al castillo de Zuheros, anhelantes de poner fin a la quijotada .  

Por fin, la visión de los altos pinos que rodean la estación de Doña Mencía  nos devolvió la moral y fuerzas suficientes para llegar, algunos casi exhaustos, a la meta. Tras un pequeño refrigerio se tomó rumbo a Aguilar, nuevamente en autobús, satisfechos, aunque muy cansados, de la proeza de haber “disfrutado” de una ruta de 90 kilómetros entre amigos.   

          

 

 

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