No podemos aceptar el capitalismo por imperativo legal, aun reconociendo que es el sistema más y mejor blindado por las leyes de la historia de la humanidad, unas leyes que se redactan siempre en nombre de la libertad, desde ese concepto administrativo de la libertad que se extrae de una cierta interpretación de la Revolución Francesa. Pero sin quedarnos en lo descriptivo y yendo al fondo: la libertad mejor redactada y blindada, sin la cual no existiría el capitalismo, es la libertad de explotación, y las leyes represivas consonantes que la aseguran en nombre del estado de derecho.
Y aparte está la política comunicativa de la ideología dominante, convirtiendo en valores de todos los valores propios de la clase dominante. Por ejemplo, cuando explican el sentido de los “recortes”, acogiéndose al llamado sentido común (que suele ser la forma espontánea de la ideología dominante), y repiten el ejemplo de la familia, que no puede gastarse más de lo que tiene, o a que hemos vivido por encima de nuestra posibilidades, o aludiendo a un concepto de austeridad que cambia los parámetros de este concepto tal como, por ejemplo, lo explicaba Berlinguer. A partir de ahí parece normal y hasta razonable apretarse el cinturón y ser solidarios o responder con entusiasmo cooperativo a la consigna patriótico de que “ESTO” lo superamos entre todos. Como si “esto” no fuera la ingeniería del drenaje de dinero público hacia las arcas de la banca pública más prodigiosa de todas las que se han podido organizar en todos los tiempos.
Quiero decir que el recorte no es un concepto simple, derivado del sentido común: es la forma más concreta y directa, el ataque a la bayoneta, de la política neoliberal en esta fase de estafa financiera. Es la forma diaria de empobrecer a la gente a mayor gloria de los excedentes empresariales y, sobre todo, de la provisión con fondos privados de la inmensa burbuja a través de la cual se ha expresado el capitalismo en el último periodo. Por lo tanto, el recorte no es algo neutral, técnico, que se puede aplicar o no en función de las habilidades de cierto gobierno. El recorte es exactamente la forma principal a través de la cual el capitalismo quiere “arreglar” las cosas a través del bipartidismo, que es la forma política y electoral del neoliberalismo. Y por eso, en ningún caso, se puede aceptar el recorte, ni siquiera por imperativo legal, a menos que queramos nosotros también disfrazar la expresión diaria, casa a casa, de la política extraliberal.
No quiero decir que, entonces, hay que plantear nuestras estrategias desde la insumisión más testimonial, sin tener en cuenta que en política todo se soluciona a través de la correlación de fuerzas (o debilidades). No digo que nos pongamos los dirigentes a tirar voladores, pero que tampoco nos escandalicemos cuando, en defensa propia, los tiran los mineros de la marcha negra (nunca el negro ha sido un color con tanta carga de dignidad y esperanza).