Con la regalada brisa de una noche de prematuro verano, en lo más alto del cerro de la Silera, la poesía sacralizada y exaltada restituyó en la memoria colectiva la huella imperecedera del poeta muerto. Vicente asido al tiempo infinito de sus poemas y de su pueblo, de dos amores queridos y aborrecidos al unísono.
El incomparable marco del patio de los Benavides –Arcos, con el sonoro y rítmico goteo del agua retenida en una fuente de mármol blanco, de buganvillas preñadas de flor, y el asonante croar de un invisible sapo, se convirtió en el universo perfecto para renovar el encuentro con el espíritu del poeta a través de la obra legada.
Vicente Núñez en sus Teselas, Poemas Ancestrales, Ocaso en Poley, Epístolas a los Ipagrenses, ….., y el poeta de la taberna del Tuta, volvieron a la vida en la noche oscura de sombras chinescas, de poemarios en reclinatorios de forja, y de musas elevadas sobre pilastras de piedra. Poesía íntima y mundana evocada y anclada en el estrellado cosmos de una noche épica. Vicente vivo y presente, como siempre, en sus versos.
Excelente puesta en escena y meritoria labor la realizada por los músicos, actores, y rapsodas que protagonizaron el fastuoso evento cultural de la mano de la Asociación Alxamí.