No se está diciendo, pero estamos sentados sobre un polvorín que puede saltar por los aires en cualquier momento. Y todo porque cuando algo está cogido con alfileres, el más mínimo movimiento lo puede deshacer. Si ese algo es ni más ni menos que el Estado de una nación, ya puede uno imaginarse el nivel de gravedad.
El grotesco Editorial dominical que se ha marcado hoy el diario El País da buena cuenta de hasta dónde está llegando el nivel de nerviosismo de las élites. La ‘ocurrencia’ estratégica de Sánchez a la hora de hacer participar (a nivel consultivo, no vinculante) a las bases del PSOE en las decisiones de los pactos ha sacado de sus casillas a más de uno, empezando por el gigante del grupo Prisa. ¿Es que ahora somos la CUP? ¿Desde cuándo ha importado la opinión de la militancia? ¡Insensato!
Y digo que es una buena muestra, pero solo una consecuencia, insólita si queremos, de todo lo que se está cociendo en la fricción entre los egoísmos personales y de partido, y los egoísmos generales del poder económico. Un poder al que, aunque con cierta incertidumbre, no le importa demasiado sacrificar a su útil títere político (el PSOE) impelido como está por el corto plazo. No hay nada personal, son negocios. Y después ya veremos.
Hay demasiado en juego en este momento. Y para empezar, el nerviosismo ya ha llevado a algo tan inaudito como a forzar al protegido Jefe del Ejército Felipe VI a saltarse el mandato constitucional y la Ley. Y esto, por más que el monarca goce de irresponsabilidad legal, hará que la imagen institucional vaya a quedar gravemente dañada a poco que se difunda lo que está ocurriendo.
Y van dos:
Constitución española
Artículo 99
1. Después de cada renovación del Congreso de los Diputados, y en los demás supuestos constitucionales en que así proceda, el Rey, previa consulta con los representantes designados por los grupos políticos con representación parlamentaria, y a través del Presidente del Congreso, propondrá un candidato a la Presidencia del Gobierno.
No es opcional ni interpretable. El artículo 99.1 no añade: ‘si al rey le apetece o se dan las condiciones’. Tampoco habla ese artículo de pedir la opinión del candidato. Dice que LO PROPONDRÁ. Y no lo ha propuesto.
Es más importante de lo que ya parece, porque no está estipulado –y es la única advertencia sensata de El País en su editorial– cómo podrían convocarse nuevas elecciones antes de que alguien haya aceptado el encargo de formar Gobierno. O dicho de otra forma: sin ese trámite no se puede hacer, lo que carga de mayor responsabilidad a un rey que hasta el momento ha incumplido su obligación. Una obligación que estaba muy clara.
Lo segundo es que ha omitido otra de sus principales funciones.
Reglamento del Congreso de los Diputados
Artículo 5
Dentro del plazo de los quince días siguientes a la celebración de la sesión constitutiva, tendrá lugar la solemne sesión de apertura de la legislatura.
El pasado 13 de enero se celebró la preceptiva sesión y por tanto el día 29 concluyó el plazo para la celebración de la solemne apertura. Y para que se entienda: sin este acto no se puede dar por iniciada la XI Legislatura. Hoy aún no la hemos iniciado legalmente y nos introducimos en un limbo normativo.
Los mismos que están acusando de forma histérica y compulsiva a Podemos de poner en peligro las instituciones, están haciendo pedazos lo poco que quedaba por romper: el respeto a su sacrosanta Constitución; el respeto a las formas y los plazos establecidos.
No es casual que la ignominia estructural esté rompiendo sus límites. Tal era la fragilidad de esta ficticia normalidad que han bastado 69 tristes diputados para agitar la paranoia e invalidar el tradicional puzzle de la mentira y el turnismo.
Pero esto no ha acabado aquí, y ya hace prever una legislatura agitada. También en las calles y con motivos que nos parecerán sobrados. Por mucho que se apriete desde las bases del PSOE y desde el escozor de algún pesebre, un partido que debe 82 millones de euros en créditos de campañas electorales poco puede pretenderse soberano. Su futuro está ligado, como mal menor de cara a una mínima (pero existente) opinión pública, a un pacto de gobierno con la derecha ultraliberal de C’s. Y con estos mimbres, ya se puede ir imaginando la cesta resultante.
Y que todo quede en esto, porque hay demasiada agitación. Y no hay nada peor que atemorizar a egocéntricos, cobardes, prepotentes e inmorales.