Martínez Montañés pasó por Aguilar
Nació en Alcalá la Real (Jaén), en 1568, se formó en el arte de esculpir imágenes y la talla de la madera en Granada, en el taller de Pablo de Rojas, a donde se desplaza siendo aún muy niño con su familia. Formado en Granada, completó su educación en los círculos manieristas de Sevilla. Destacó como escultor y como maestro ensamblador, trazó muchos de los retablos para los que realizó obra escultórica,
Su principal actividad fue la realización de imágenes y relieves en madera con un exquisito acabado gracias a la policromía. En 1603 llevó a cabo su primera obra maestra: el Cristo de la Clemencia de la catedral de Sevilla. Su capacidad para reflejar el éxtasis contemplativo se aprecia en el Santo Domingo (1605, Museo de Bellas Artes de Sevilla), que pertenecía al retablo mayor de Portaceli. En 1609 contrató el retablo del convento de San Isidoro del Campo en Santiponce (Sevilla), para donde hizo un San Jerónimo -figura exenta, para poder sacarla en procesión-, cuya concepción deriva del modelo del escultor florentino Pietro Torrigiano. Entre otras obras suyas, destacan la Inmaculada Concepción (catedral de Sevilla), o San Ignacio de Loyola (capilla de la Universidad de Sevilla). El Jesús de la Pasión de la iglesia del Divino Salvador (Sevilla, 1619), es su único paso procesional. Juan Martínez Montañés falleció en Sevilla el 18 de junio de 1649.
De Martínez Montañés se comienza a hablar en Aguilar en la década de los años Ochenta del pasado siglo, cuando varios eruditos le atribuyen la paternidad de la Imagen de Nuestro Padre Jesús Caído, siguiendo la corriente surgida entre los historiadores locales que le imputaban la autoría de las imágenes de mayor mérito o valor artístico que hubiese en sus pueblos o ciudades. En el caso de Aguilar está esclarecido ya que ninguna relación guarda la imagen del Caído con la estética de Montañés, tratándose de una talla cuya hechura en muy posterior a los años de vida del escultor alcalaíno, y de la que se presume con bastante fundamento que pudo realizar el imaginero valenciano, afincado también en Sevilla, Blas Molner, a finales del siglo XVIII.
Que el Caído no es de Montañés es obvio. Tanto como que quienes hicieron tal afirmación desconocían la obra del citado maestro de la escultura. Pasado el tiempo se ha puesto de relieve que aunque fallaran en su atribución, los porfiados eruditos no erraron del todo, ya que Aguilar contaba ya en ese tiempo con una imagen que recientemente se ha relacionado con el llamado “Dios de la madera”, aunque no era la de Jesús Caído.
Se trataba del Simón de Cirene que acompaña a Jesús. La reciente restauración del Cirineo que adquirió la cofradía nazarena a la hermandad de Pasión de Sevilla en 1951, puso al descubierto su aspecto original, y reveló alguno de los misterios que se cernían sobre esta valiosa talla, entre ellos el de su autoría, que, con sobrada prueba por la similitud estilística que guarda con las obras de Martínez Montañés, y su procedencia sevillana, atestiguan que pudo ser realizado, en cabeza y manos, por el imaginero que mayor gloria aportó al Barroco Andaluz.
Otra noticia que desconocían los historiadores locales que lanzaron tal atribución es que el mismísimo Martínez Montañés pasó y paró en Aguilar en su viaje de traslado a Sevilla, donde se establecería definitivamente, y donde desarrollaría toda su producción escultórica. La crónica de ese viaje lo relata así:
Llegado el día tomamos coche con dos caballos de tiro, que alquilara mi señor padre, para dirigirnos a San Fe y Lucena en camino de Sevilla. Aquel traslado ocasionado por acoso de necesidades económicas, no fuera en principio bien deseado por todos. Nos dirigimos a la ciudad de Sevilla de la que tanto había oído hablar a todos y al parecer existía un gran esplendor económico y artístico.
Hicimos noche en Lucena donde mi padre tenía gran amistad con un vecino del lugar, bordador también, que nos visitara en tiempos en los que yo aún no había nacido, natural de Córdoba afincóse en Lucena por causas de una herencias de tierras. Y allí pasamos en número de tres días, en posada el primero y en casa de éste, Don Antonio de Liebanas, los dos restantes. Hombre afable y gran conocedor de la imaginería sevillana, había vivido con este culto al arte muchos años de su vida. Viajero incansable, sorprendíame a mí y mis hermanas en cuentos de realidad de sus muchos viajes.
Sabedor de mi aprendizaje de oficio en la escultura, hízose buen amigo de mi persona, contándole yo a su vez los avances que hizo en mí el maestro D. Pablo, buen amigo también de él. En las tardes y junto al fogón, hacía de todos nosotros un libro de ilusiones en la cabeza. De sus viajes a la Villa y Corte donde conociera al Rey Nuestro Señor, y a la ciudad de Huelva, que en estando por allí, visitara el Monasterio de la Rábida, al cuido y amparo de franciscanos, lugares donde D. Cristóbal Colón, que descubriera la Indias Occidentales, la Nueva España, para gloria de ella, estuviera viviendo y preparando su viaje primero, y a donde se trajera muchos recuerdos de aquellos puntos tan alejados. En este santo emplazamiento se venera a la Virgen de los Milagros en su pequeña iglesia, mezcla de gótico y mudéjar. Virgen de alabastro y menguada de estatura, ante la que orase Colón antes de su partida, y a la que hiciere sus ofrendas primeras, al regreso de tan singular aventura.
Pasaran los días con gran prontitud, quedando todos agradecidos por el buen cobijo que nos diera, y los niños encantados de oír tantas y tantas aventuras que nuestra inquieta imaginación casi volar hiciera.
De nuevo en el camino. En el que al paso por Aguilar de la Frontera, repusiéranse algo las caballerías en descanso, agua y alimento, para seguir hasta la ciudad de Écija, a donde llegamos en el final de la tarde y casi metidos en la noche[i].
Montañés y su familia llegaron a Sevilla el 22 de enero de 1582 según la novela histórica de Vicente Rus. De ser así, Juan Martínez Montañés debió permanecer en Aguilar, aunque solo fuesen unas horas, para el descanso de los animales, siendo este hecho en los primeros días del referido año.
Antonio Maestre Ballesteros.
[i] RUS HERRERA Vicente. El Hombre que habló con Dios: JUAN MARTÍNEZ MONTAÑÉS. Edita: Castillejo Efemérides. Sevilla 1990.