Quiero iniciar la intervención en este acto mostrando mi más sincera gratitud a todos cuantos han hecho posible la celebración del mismo: Al Ayuntamiento de Aguilar por haber cedido este magnífico edificio y colaborado en la organización del concierto, y muy especialmente a la Banda Municipal de Música, representada en su actual director José Antonio García Valle, y al presidente de la Entidad, José Antonio Maestre Yago, quien además, y como tal, ha sido el prologuista del libro que presentamos.
Debe ser motivo de gozo para todos que un nuevo libro vea la luz. Cada publicación sobre Aguilar o escrita por un aguilarense debe satisfacernos por lo que de incremento del acervo cultural del pueblo supone. Por suerte, en los últimos años se ha acrecentado considerablemente la edición y presentación de libros en nuestro pueblo. Libros que amplían el catálogo del fondo local de la Biblioteca Municipal constituyendo un patrimonio bibliográfico de primordial importancia para Aguilar.
Libros de historia, relatos, novelas, libros de poesía, obras literarias en definitiva que nos enriquecen intelectualmente y acrecientan el desarrollo social y cultural de la población. Libros, los de historia, que nos ilustran en el pasado ya transitado por las generaciones de aguilarenses que nos precedieron, constituyendo un pozo de sabiduría sobre el que cimentar un futuro más próspero y floreciente para Aguilar. Por ello la importancia de que autoridades y público en general apoyemos incondicionalmente a los escritores aguilarenses, amparándoles en el escoyo que supone el afrontar la edición de un libro.
Hoy ve la luz un nuevo libro. Un libro que nos permitirá conocer y entender mejor el origen y evolución de la tradición musical en nuestro pueblo. Un libro que pretende ser herramienta para transferir conocimientos a las generaciones actuales y venideras, y que pone en valor lo que ha sido y la importancia que ha tenido la música a lo largo de los dos últimos siglos en Aguilar de la Frontera.
Y no cabría mejor marco arquitectónico para la presentación de este libro que el encontrarnos entre las viejas paredes del esclarecido templo de los Desamparados, en cuyos cimientos se guarece la historia del antiguo humilladero de la Cruz que dio nombre a este cerro siglos atrás, o la historia de los graneros de la nueva Silera de Aguilar establecida en este lugar en el ya lejano siglo XVI, siendo también el espacio geográfico de la pretérita ermita de Santa Catalina, levantada en este mismo emplazamiento por la cofradía de los morenos ( los negritos y esclavos) que residieron en nuestro pueblo en el siglo XVII.
Vetusto edificio de blancos y rejuvenecidos muros que se ha convertido en templo de la música y morada para los músicos de Aguilar. Y no cabría mayor enaltecimiento para este acto que el enmarcarlo, como se ha hecho, en un concierto de la banda municipal de música. No en vano, de eso trata fundamentalmente la historia que recoge las páginas del libro, de la música y los músicos de Aguilar de la Frontera desde el siglo XIX hasta nuestros días.
Protagonista indiscutible de esta publicación es La Banda Municipal, heredera de una tradición que aglutina todo el pasado que en nuestro pueblo ha tenido el noble arte de la música. La banda municipal es hoy, porque ya desde hace 200 años en Aguilar hubo personas que vivieron con pasión el amor a la música, y lo supieron trasmitir, generación tras generación, conformando una cadena de fidelidades que ha perdurado en el tiempo.
Una historia que arranca documentalmente en el siglo XVI con los maestros organistas la Parroquia del Soterraño, que como data el libro, fueron los precursores académicos de la formación musical en nuestro pueblo, además de ostentar, en algunos casos, la dirección de las bandas de música que han existido en la localidad en tan dilatado periodo de tiempo.
Personajes antiguos que implantaron con su constancia y tesón una experiencia vital que ha perdurado en la historia. Músicos, cuyos nombres recogen los viejos legajos del archivo parroquial, revelándonos la identidad de los organistas que sirvieron este oficio entre las centurias de los siglos XVI al XIX, convertidos en promotores de esta secular afición a la música instrumental en Aguilar.
Para datar las primeras entidades locales de músicos, los documentos conservados nos remiten al siglo XVIII, centuria en la que se registran las primeras agrupaciones o gremios de músicos, denominados Ministriles. Estos músicos instrumentistas fueron el precedente más inmediato en la aparición y establecimiento de las primitivas bandas de música de Aguilar, hecho que acontecería en los años finales de la citada centuria.
Las bandas de música propiamente dichas se documentan en nuestro pueblo en los albores del siglo Decimonónico. Un siglo XIX que sería trascendental para el desarrollo y consolidación de una actividad musical afianzada con vicisitudes y peculiaridades propias, tal como queda reflejado en el contenido del libro.
Aunque existían con anterioridad, posiblemente desde hacía varias décadas, no es hasta el año 1825 cuando se acredita documentalmente la presencia de una banda de música en nuestro pueblo. Un colectivo de músicos que como era propio de la época estaba vinculado directamente a la milicia militar, denominada en aquellos años Guardia de Voluntarios Realistas. Milicia y músicos formaron una dualidad que se proyectaría durante gran parte del siglo XIX, constituyendo el germen de la que sería la primitiva banda municipal de música de Aguilar, constituida oficialmente en el año 1879.
Unidos a los Voluntarios Realistas, defensores del sistema monárquico, o a la Milicia Nacional, vinculada al pensamiento Liberal, los músicos de Aguilar se agruparon en los batallones de los cuerpos de voluntarios militarizados, en los que encontraron un terreno fértil para desarrollar su actividad musical. Bien como tambores, o como cornetas que asistían a las destrezas militares de esas fuerzas de orden, se evidencian los primeros nombres de destacados músicos aguilarenses, entre ellos los de los primeros directores de las bandas de música que ejercieron en ese siglo.
La desaparición de las tropas conformadas por civiles voluntarios, estimuló la evolución de las agrupaciones de músicos existentes, manteniéndose constituidas como bandas, que a partir de ese momento intensificarían su relación con el Ayuntamiento, hasta el extremo de convertirse en entidades prácticamente municipalizadas, que atendían a los servicios que de ellas requería el cabildo de regidores, como eran los del acompañamiento del alcalde y concejales a las procesiones, a los actos oficiales, las visitas de autoridades, conciertos durante las ferias y los conciertos de temporada en los paseos de la Membrilla y del Llano de las Coronadas.
De todo ello fueron protagonistas unos músicos que convirtieron su afición en una forma de vivir, y también en un ejemplo a seguir para las nuevas hornadas de educandos que aspiraban a ser componentes de la banda, en tiempos en los que la práctica amateur de esta actividad fue la formula organizativa que emplearon las distintas entidades musicales que existieron en Aguilar a lo largo de dicha centuria. Músicos anónimos que legaron a la historia de nuestro pueblo un valiosísimo patrimonio, ya que a ellos corresponde el honor de haber inculcado en las siguientes generaciones de aguilarenses esta loable y meritoria labor.
Recoge el libro los nombres de los directores de música que ejercieron como tales en las dos bandas que actuaban en las décadas finales del siglo decimonónico. Nombres con apellidos como el de Belmonte, ostentado por una de las sagas de músicos más destacada e importantes de nuestro pueblo durante el siglo XIX y gran parte del XX. Como exponente más notable del citado apellido en dicho periodo se sitúa Rafael Sales Belmonte, sin duda uno de los directores de mayor relevancia en la historia de las antiguas bandas de música de Aguilar.
El carpintero de la calle la Tercia, esa era su profesión y domicilio, fue director de la banda de música y organista de la parroquia del Soterraño, por lo que su vínculo con las dos instituciones musicales más importantes del pueblo fue intenso y perdurable, ya que como tal aparece en las décadas finales del siglo XIX y primeras del XX. Como director de la banda de música de la localidad se mantuvo hasta el año 1927, fecha en la que llega a Aguilar el primer director titulado proveniente del concurso nacional de directores. Este proceso traería a nuestro pueblo al primer director profecional, D. Eugenio Lloret García, el popular “Maestro Bulili”, quien marcó un punto de inflexión en la historia de la banda municipal de música de Aguilar, ya que fijó la frontera entre las bandas antiguas del siglo XIX y las modernas del XX.
El maestro LLoret instruyó en la práctica musical a una considerable nómina de jóvenes aguilarenses, que en muchos casos serían progenitores de linajes familiares que se vincularon, y aun permanecen unidos a la historia de la Banda de Música. Los músicos de Lloret constituirían un eslabón crucial en la evolución de la entidad musical municipal, ya que la proyectó en el tiempo tal como ha llegado hasta nuestros días.
Una banda municipal que, tras la muerte de Lloret en 1942, tendría su continuidad bajo la dirección de uno de los veteranos músicos formados por el propio maestro Bulili, Manuel Jiménez Ruiz, que la mantuvo activa hasta la llegada del nuevo director, proveniente del concurso nacional, D. Manuel Carreras Rodríguez. Fueron especialmente difíciles para la banda los años de posguerra, afectada por la precariedad de medios y recursos, y también por las limitaciones físicas del propio director, situación que derivó en la extinción temporal de la banda durante un año.
En ese periodo se formaron musicalmente una promoción de jóvenes que serían el soporte humano de la banda durante las décadas siguientes. Músicos vocacionales que en muchos casos alcanzaron el medio siglo de permanencia en la entidad. Toda una vida de servicio a la música, y a una banda municipal que en los años centrales del pasado siglo XX seguía siendo la institución cultural más importante del pueblo. Nombres y apellidos como: los Cosano, Maestre, Miranda, Albalá, Jiménez, etc, formaban parte de la nómina de músicos cuando accedió a la dirección el reconocido director D. Blas Martínez Serrano, y se mantuvieron cuando se hizo cargo de la misma el subdirector Manuel Albalá Jiménez, que ostentó la dirección hasta la llegada de Don Sebastián Valero, director que sería el pilar de la banda durante toda la segunda mitad del pasado siglo XX.
Tres décadas estuvo al frente de la banda municipal el recordado maestro Valero, un ciclo histórico en el que la entidad musical alcanzaría las mayores glorias y reconocimientos en el ámbito local y también en el foráneo, ya que durante décadas los músicos de Aguilar saldrían de forma asidua a otras poblaciones de Córdoba y de distintas provincias andaluzas. Con Sebastián Valero llegarían a la banda nuevas promociones de músicos formados previamente en la academia de educandos regentada por el propio director, muchos de ellos hijos y nietos de los músicos antiguos, y otros con apellidos como Romero, Reyes, Cabanillas, Jiménez, Flores, etc. que se incorporaban por primera vez a la nómina de músicos de la localidad. Con este director se viviría también el hito histórico de la incorporación a la entidad de las primeras mujeres que ocuparon la plaza de músico en la banda de Aguilar.
Valero dejaría un sobresaliente legado musical, tanto en la composición de obras dedicadas al pueblo, entre las que destaca el himno de Aguilar, como en el acervo de músicos que traspasarían la frontera amateur para convertirse en profesionales. Su notoriedad personal y profesional fue tan intensa que aún hoy perdura y perdurará por siempre en el ámbito musical de nuestro pueblo. Por ello su trayectoria como director de la banda de música de Aguilar ocupa un capítulo destacado en este libro.
Si algo desvela con claridad el estudio histórico realizado, es que la banda de música ha perdurado en el tiempo por saber adaptarse y sobreponerse a los muchos avatares que ha sorteado. No fue fácil superar la ausencia del maestro Valero, pero la banda consiguió sobrellevar esa pérdida y mantenerse en las décadas siguientes, constituyendo este hecho un mérito atribuible al apoyo incondicional del Ayuntamiento, y a la labor desarrollada por las personas que han dirigido la entidad musical en las últimas décadas.
La labor desarrollada por Francisco Cosano Márquez, Manuel Fernández Rodriguez, y Luís Alberto Fernández Pericet, dan contenido a los últimos capítulos del libro abarcando el periodo contemporáneo en la historia de la Banda Municipal. Décadas en las que se registran momentos difíciles y complicados, pero también importantes avances que han ido modulando y afianzando al institución a los nuevos tiempos, propiciando la incorporación de nuevos eslabones generacionales que garantizan la continuidad en la trayectoria histórica de la centenaria institución musical.
Una continuidad que se sustenta en tres pilares importantes y trascendentales, como son el apoyo municipal, que hasta ahora nunca le ha faltado, el de la nueva asociación que la ampara legalmente, al frente de la cual se sitúa José Antonio Maestre Yago, y el no menos importante y decisivo apoyo de novísimo director, José Antonio García Valle.
La banda municipal de música forma parte de la historia de Aguilar de la Frontera al haber estado presente en los hechos y sucesos más destacados del pueblo desde hace varias centurias. Así lo acredita este trabajo de investigación. Trabajo que quisiera ofrecer como pequeño homenaje a los músicos de Aguilar, a los presentes y a los que lo fueron a la largo de la historia relatada en el libro, y también a los músicos que arribaron hasta nuestro pueblo consagrando su tiempo y desvelos en salvaguardar la institución musical más antigua e importante del mismo, como es su banda municipal de música.
Concluyo mi intervención como la empecé. Con sinceros agradecimientos a las personas que han hecho factible la edición de este libro.
A Pepe Galisteo Martínez, artífice del diseño de la portada del libro.
A Imprenta Seriluz por su dedicación a este trabajo
A José Jiménez Ruiz, por la valiosa información oral facilitada.
A José María Reyes Prieto por el apoyo incondicional en este proyecto con el que ha demostrado una vez más su pasión por la banda municipal de música y la amistad que compartimos.
A Diego Igeño Luque por sus sabios consejos como historiador y amigo, y las facilidades dadas en la investigación realizada en el Archivo Municipal
Y Gratitud especial también para todas las personas que me han facilitado el material gráfico que enriquece enormemente esta publicación entre ellas a :
Francisco Albalá Paniagua
Manuel Diana Pérez
Francisco Maestre Jiménez, el recordado frasquillo el sastre,
Francisco Cosano Márquez
Antonio Jesús Cosano Espadas.
Y como no, a todos los que habéis atendido la invitación para asistir a este acto. Y por último quisiera tener un recuerdo especial para Don Sebastián Valero, con quien tuve el honor de compartir muchos momentos y viajes con la banda de música en la década de los años ochenta desde mi responsabilidad de concejal de festejos. A él he querido dedicar este trabajo de investigación ya que a través de él conocí y reconocí la encomiable labor que realiza la Banda de Música de Aguilar. A todos muchas gracias.