Por fin el cielo acompañó, y las dos cofradías de Miércoles Santo se echaron a la calle con la tranquilidad de que la climatología no les jugaría ninguna mala pasada. Con la luna llena asomada a la plaza del Carmen se traspasaba el ecuador de la Semana de Pasión en el momento en el que los dos altos y dorados alboreos del trono del Caído cruzaban el umbral de la puerta del templo Carmelita, marcando el confín de lo pretérito en la Semana Santa de Aguilar.
Clasicismo y nobleza irradia la cofradía del “cuello sucio” en su singular recorrido, ofreciendo las vistas más típicas y añoradas de una jornada cofrade que resplandece de manera especial cuando los pasos suben al entorno monumental del pueblo, envolviendo de belleza, tradición, e historia, su discurrir por la Torre del Reloj y Plaza de San José.
El palio blanco de la Paz lució con primor en una noche en la que el buen hacer de su cuadrilla de costaleros acrecentó el esplendor de una cofradía que, pese a su juventud, se ha convertido en una estampa tradicional no solo del Miércoles Santo sino de la Semana Santa Aguilarense.