La tarde-noche del Viernes Santo es para mí muy especial. Todo comienza con el “Descendimiento” en la Parroquia del Soterraño en el que se representa el Auto Sacramental en que Jesús es conducido hasta el Calvario, crucificado y, tras su muerte, llevado al Sepulcro. Todo ésto con la música de la Capilla Musical del Santo Sepulcro a la cual pertenezco. Más tarde, el paso procesiona por las calles de Aguilar. Ya llevamos unos años que al subir la Cuesta de Jesús se adentra en la Villa y, tras dejar el trono en su Casa de Hermandad, la imagen es llevada hasta la Parroquia en unas parigüelas mientras la Capilla entona el Oficium defectorum. Es uno de los momentos “mágicos” de la noche. Lo que era una procesión singular se transforma en un impresionante entierro de hace 400 años, transcurriendo entre las viejas piedras de la iglesia. Una vez encerrado el Sepulcro, comienza el otro momento “mágico” de la noche. Las luces de las calles Moreno y Cuesta de Jesús se apagan y empiezan a aparecer en la Placilla Vieja unas antorchas que alumbran el camino de la Virgen de la Soledad. Se escucha música a lo lejos y el paso de la Virgen empieza a subir la Cuesta. A un paso corto, constante y perfectamente conjuntado, va subiendo, muy lentamente, a los acordes de una música sentida que lo envuelve todo. La gente enmudece. Nadie se cree el momento que está viviendo. Imagen y sonido se entrelazan para regalarnos lo que, para mí, es uno de los momentos más sublimes de nuestra Semana Santa.
Pero… me gustaría haceros reflexionar sobre algo. Antes he dicho “imagen y sonido”. La imagen la pone la Cofradía de Sta. Mª. de la Soledad con un paso perfectamente preparado para la ocasión y de una belleza impresionante. Pero la música, esa música que nos pone el vello de punta y que nos emociona porque está tocada con mucho sentimiento, sale de 50 chavales y chavalas que van detrás poniendo todo su corazón en ella. No llevan 5 bombos para que los costaleros sepan marcar el paso porque a estos costaleros no les hace falta. No llevan 18 saxos y 28 metales para que se oiga fuerte a costa de sacrificar el sonido aterciopelado de los clarinetes. No llevan 90 músicos para justificar que son una “gran” banda.
Simplemente, son una banda de un pueblo, equilibrada, que sabe hacer música que llega al alma, que sabe interpretar una marcha fúnebre como lo que es y no como un pasacalles, que es capaz de emocionarnos, de hacernos sentir la Soledad de una Madre que ha perdido a su hijo. En definitiva, yo diría que hacen música de concierto en un desfile procesional y se llaman Banda Municipal de Música “Sebastián Valero” de Aguilar de la Frontera.
Me gustaría agradecer a las Cofradías de Jesús Orando en el Huerto y de Sta. Mª. de la Soledad la confianza que depositan en nosotros. Quizás llegue el día en el que ser de Aguilar no sea un inconveniente para tocar en nuestra Semana Santa. Y, de corazón, muchas gracias a todos aquellos que nos apoyan que, afortunadamente, son cada vez más. ¡¡Gracias!!