Javier Gallego.
El PSOE escenificó este fin de semana el último capítulo de su serie ‘Crónica de una abstención anunciada’ y Mariano se encendió el puro de la victoria con las cenizas de Ferraz. La gestora disimula su rendición incondicional haciendo pedagogía que es como llaman los cursis a tratar de explicar lo inexplicable. Pero lo que dicen es «todo falso salvo alguna cosa». Hasta en eso son marianistas. Veamos.
El PSOE es Teresa de Ávila. Voto sin votar en mí y digo sí aunque no quiero. Cariño, no es lo que parece. Es sólo la puntita. Pero la verdad es que nos están metiendo a Rajoy hasta el fondo otros cuatro años.
Ha sido una decisión democrática y por eso todos deberían acatarla por igual, explican. Es cierto a medias. Democrático habría sido preguntarle a la militancia una cuestión tan crucial y más después de repetir en campaña –Susana Díaz incluida– que al PP ni agua. Sin embargo se ha evitado la consulta porque los abstencionistas presumían que perderían. No es democracia tenerle miedo a votar.
Teníamos que desbloquear España, añaden . Tenían que evitar las terceras elecciones porque eso hubiera sido rematarse después de haberse pegado un tiro con la pistola de Felipe y Susana para salvar al régimen. No lo han hecho por los españoles sino para tener tiempo para limpiar la sangre de la carnicería que montaron. Desbloquean la investidura, pero bloquean la regeneración y el cambio.
Dicen que es un acto de responsabilidad. No es responsable darle el gobierno al partido de la corrupción, los recortes, las mordazas, la reforma laboral y educativa y la desigualdad, que además ha dejado que Cataluña se nos vaya de las manos. Es una irresponsabilidad no haber buscado una alternativa.
Pero es que no había otra opción, aseguran . Además de las terceras elecciones, había otra posibilidad de gobierno y le cortaron el cuello. Cuando se enteraron de que Pedro Sánchez tenía casi hecho el apoyo de Podemos y los nacionalistas, se activó para evitarlo la maquinaria del sistema, con tanta precipitación que, en lugar de una fina operación quirúrgica, fue una matanza navajera con profusión de sangre. Una chapuza. Después del harakiri, sólo quedaba entregar las armas.
Pero no es una rendición, insisten , aunque se abstienen sin condiciones, sin pedirle nada a Rajoy, ni mucho menos su cabeza. A cambio, Mariano les perdona la vida con una sonrisilla picaruela y el PP habla de generosidad con el vencido, como en ‘La rendición de Breda’ de Velázquez, en la que el vencedor evita con un gesto que el derrotado hinque la rodilla en tierra. Está todo atado y bien atado.
Así que por más que digan los socialistas que harán una oposición implacable, lo cierto es que hay pacto previo y la matemática parlamentaria no es tan sencilla para torcerle el brazo al PP que además tiene la mayoría del Senado para bloquear reformas y la amenaza de ir a elecciones si le ponen muchas trabas. Lo cierto es que Rajoy será presidente otra vez y que el PSOE ha dejado a una parte de la izquierda tan tocada que puede habernos condenado a varias legislaturas de derechas.
No vamos a una Segunda Transición sino a la Restauración de la primera, aunque con una fórmula aún más sólida que detenga el huracán de cambio. ¡El bipartidismo ha muerto, viva la Gran Coalición!