Susana Díaz, Los Panchos y la Coca-Cola socialista

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Juan Carlos Monedero

La presentación de Susana Díaz a la Secretaría General del PSOE ha sido un videoclip muy elaborado, caro, cargado de mucha producción, con ondear de banderas y muñecas, música un pelín alta y, eso sí, sin ni una sola idea. Un videoclip a mayor gloria de la chispa de la vida. Sonrían, que somos socialistas de toda la vida. Rodeada del millonario Bono, del millonario González, del único reformador de nuestra Constitución Zapatero, del gran enredador Rubalcaba y del experto en Mahler y Machado, Alfonso Guerra. Susana Díaz de Andalucía y España. De siempre. Eterna. Del futuro. De los visigodos. De Plutón, que nadie nos separe a los españoles y a Plutón. Que somos socialistas nosotros los socialistas. Una mezcla agitada de peronismo, marcha rociera, pantojismo, citas revival con cierta caspa, libreto de homilía y petición de fondo de virgencita que me quede como estoy. No en vano, hasta el ABC se ha hecho susanista. Por algo será, que la derecha nunca se equivoca ni con sus amigos ni con sus enemigos. Faltaban Los Panchos.

La suma de lugares comunes, la entonación mitinera reiterada y sin fondo, los mensajes plañideros más propios de un reality show que de una presentación política del siglo XXI –esos niños que ven cómo asesinan a sus madres delante de ellos y están llorando-,  esa reinvindicación grupal a un público fácil, mayor, reclutado con autobuses y agajasado con bocadillo y nostalgia, recuerdan a un anuncio de coche que solo interesa al que se lo ha comprado y quiere que le refuercen lo adecuado de su decisión, porque es precioso, aunque sea un Twingo.

Hay un hilo común entre la candidatura de Susana Díaz, los Pujol hijos declarando como imputados, el enjuiciamiento de Chávez y Griñán, la Púnica y la Gürtel revoloteando alrededor de la Marquesa Aguirre en Madrid o el aferramiento de Pedro Antonio Sánchez, Presidente de Murcia, a un cargo que hace agua por la boca y cada una de las extremidades. Ese hilo es el agotamiento de los partidos políticos del régimen del 78.

Ni al PSOE ni al PP llegan desde hace veinte años personalidades de la sociedad civil que se hayan significado por su tarea. Estos viejos partidos se reproducen a sí mismos como las esporas. De ven en cuando llegan empresarios con urgencias de liquidez o arribistas con pocos escrúpulos. Son la casta, que roban con la avaricia del advenedizo, que no reparten y que hacen saltar la liebre por su impericia. Muy diferentes de la trama, que son los dueños de la finca desde hace varios siglos y saben el precio de las cosas caras, incluidos jueces y políticos. La casta puede ir a la cárcel; la trama nunca. La casta, a lo sumo, podría hablar. Pero por el mismo precio que compraron su palabra, compran su silencio. Y también por eso, por la ausencia de leales sin fisuras, la trama tira de los hilos de la familia. Y ahí están los hijos -los Pujol de avanzadilla, pero hay muchos más-, generando también ruido porque los padres trenzaron el estampado con unos dibujos con motivos de la Transición, mientras que los hijos ya nacieron en el lenguaje directo de los dineros.

El problema son esos viejos partidos. Y no tienen solución. En el PSOE, porque si gana Sánchez le pasará como a Borrell, ya que tiene en contra al aparato. Y si gana Díaz, porque se consolidará la decadencia ya que no es fácil encontrar grandes diferencias entre lo que hace cuando gobierna desde Sevilla y lo que hace el PP desde La Moncloa. ¿O hay que recordar la tasa de pobreza en Andalucía? Quizá por eso, PSOE y PP pactan en Europa los tratados que hunden a los andaluces y a los españoles, aunque aquí quieran seguir jugando al turnismo. Sánchez, que fue el escogido por Susana Díaz para frenar el izquierdismo de Madina, ahora enarbola la bandera de la izquierda y canta la Internacional, mientras Madina se deja levantar la mano por Díaz. No se entiende nada o se entiende todo. Maneras de supervivientes. Y en cualquiera de los dos casos, a la España joven, emergente y que mira al futuro, pase lo que pase en el PSOE le da realmente lo mismo. Ni por asomo Andalucía se refleja ya en la caricatura que traza Susana Díaz. García Lorca, desobediente, está más vivo que nunca. Para recordarle al PSOE andaluz que las caricaturas sólo sirven a los señoritos y a sus mayordomos.

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