El pregón, ese discurso elogioso que anuncia al público la celebración de una festividad e incita a participar en ella, cumplió en la noche de ayer con los ritos establecidos y marcó con solemnidad el epílogo de una Cuaresma que va consumando, jornada a jornada, los cuarenta días de gloria que preceden a la ansiada mañana del Domingo Palmas y Ramos. Los corazones cofrades anhelan ya esas emociones y vivencias que están por venir.
Aguilar recibió ayer la convocatoria más deseada, esa que culmina la larga espera, y a la que pone voz y sentimiento el cofrade distinguido del año, el pregonero. Ese que ha de anunciar al pueblo que ya llegó, que la primavera ha vuelto a llenar de luz la blanca cuadratura de la placita del Carmen, para que Cristo pase triunfante por las calles entre salmos de hosannas , o resucite al tercer día entre el alegre repique de las viejas campanas.
El pregonero cumplió con el rito y nos sedujo con la voz para que, desde la fe personal y colectiva, nos adentremos en el misterio de la muerte del Nazareno, y celebremos con entusiasmo la victoria del Amor. Retórica de la palabra puesta al servicio de la pasión aguilarense. Mensajes ardorosos reivindicando las formas populares de una tradición que vive y pervive en cada uno de los cofrades.
Pregón para exaltar a las imágenes, y con ellas y en ellas, a los que hacen posible cada año el milagro de la Semana Santa. A ellos, a los más acreditados e ilustres, a los anónimos y olvidados, a los más viejos y a los más jóvenes, a los que están y los que ya moran en el infinito prometido, a los que nutren las filas nazarenas, a los que soportan el peso de la devoción bajo un varal o trabajadera, a todos, rindió pleitesía y reconocimiento el pregonero.
Discurso ponderado, directo y medido, que se acompañó de acordes sonoros para enaltecer la ilusión y el deseo de ver cumplido el sueño de vivir, como cada año, los días más grandes. En Aguilar el pregón ya está echado, y lo dijo de forma magistral un cofrade de la Humildad, Andrés Córdoba Ruiz.