Avisa el pregonero que el Carnaval está ya a la vuelta de la esquina, de cualquier esquina de nuestras calles y plazas. Anuncia que los días grandes de la gracia y la risa están a punto de caer, y que las fechas de jolgorio y mascaradas están al llegar. Y que él, revestido de la autoridad que le otorga Carnestolendas, convoca con su pregón a vivir las fiestas más alegres y populares de Aguilar.
Pregonero por ser chirigotero, y carnavalero de sentimiento, Timoteo Ríos ha cumplido hoy con el difícil brete de pregonar el Carnaval. Sin duda un pregón arduo y exigente, porque no es fácil hacer reír por muy jaranero que uno sea o se sienta. Mérito que hay que reconocer a todos los pregoneros del Carnaval de Aguilar que cada año, sin caretas, toman la palabra y el verso para escribir su pregón a base de cuplés y letrillas que constituyen el mejor homenaje a esta querida tradición nacida del pueblo y para el pueblo.
Sin máscara y a pecho abierto el pregonero ha atravesado el túnel del tiempo para fijar con su elocución el más noble sentimiento, que constituye, sin duda, la mejor arma para conquistar los corazones carnavalescos. Corazones que sienten a ritmo del tres por cuatro y rebosan henchidos de emoción cuando la música de un cuplé o pasodoble les marca la cadencia de la emoción.
Repelucos a compás y ardores desbordados han fluido entre las blancas paredes de la vieja iglesia de los Desamparados, convertida hoy en templo del Carnaval de Aguilar. Catequesis de risas, y también de lágrimas, han sido las palabras de un pregonero sobrepasado por la emoción, que ha sollozado la verdad de una pasión que le ha acompañado a lo largo de su vida, y que hoy es compartida por toda su familia.
El pregón de Timoteo ha sido el homenaje, el mejor que se podía hacer, a aquellos locos que en 1984 decidieron devolverle a Aguilar su Carnaval. Muchos de ellos le han acompañado esta noche para recordar las emblemáticas chirigotas que dieron vida al carnaval durante más de dos décadas, y también para evocar el recuerdo dolorido de los que ya viven su carnaval eterno en la memoria de quienes siempre lo recordaremos.
Un auditorio repleto de gente ha sido el mejor premio que se le podía dar hoy al pregonero y al Carnaval de Aguilar. Un Carnaval que renació de sus cenizas con gentes como el pregonero, y que se proyecta con firmeza en el futuro gracias a la savia nueva que reverdece y germina con un tipo o disfraz. Nuevas semillas que arraigan su amor por esta fiesta en el pozo de sabiduría de los chirigoteros viejos, que son ya reliquias sagradas de nuestro Carnaval.
Las vivencias son siempre el mejor señuelo para agitar el corazón. Y con un corazón emocionado el sentimiento brota a raudales para abrazar en el recuerdo los años y carnavales vividos. Duende y arte se dan la mano también para divulgar las emociones que perduran en la memoria. El pregón de Timoteo ha sido eso: vivencias, emociones, sentimientos y pasión, tesoro de un veterano que nos ha repartido hoy, en una cascada de fervor, todo el amor que ha sentido y siente por nuestro Carnaval. Como ha dicho el Pregonero para convocar a Don Carnal y dar por concluida su arenga: ¡Que viva Aguilar y su Carnaval!.
