Solemos cuándo sobre todo en una Administración Pública, un Organismo, un Hospital, un Colegio, etc. no recibimos un buen trato, quejarnos de boca a boca, intentamos hablar mal de la persona que nos atendió, exigimos hojas de reclamaciones, cosa que respeto, y a la que tenemos derecho. Pero también debemos de reconocer la buena atención, el buen trato, la solución que nos dan a nuestros problemas, la profesionalidad con la que nos atienden, cuándo ocurre todo lo contrario, y que forma parte de lo cotidiano y muchas veces no apreciamos o pasa desapercibido.
La gratitud silenciada no llega a nadie, y es por lo que quiero agradecer públicamente el trato recibido como paciente por parte de la Agencia Sanitaria Alto Guadalquivir del Hospital de Montilla, concretamente a los profesionales de las Especialidades de Traumatología, Rehabilitación y Fisioterapia.
Y es que el haber pasado en varias ocasiones por quirófano (hasta nueve intervenciones quirúrgicas por la misma patología) y la mayoría de ellas con complicaciones, todas ellas en otro Centro Hospitalario distinto al Hospital de Montilla, pues da para reconocer en manos de quién ponemos nuestra salud, nuestra vida. Y yo he tenido la suerte de caer en las manos de esas personas que son todo profesionalidad, vocación y humanidad del Hospital de Montilla para recibir el tratamiento de Rehabilitación, que quizás sea lo más duro, lo más doloroso y lo más importante después de una patología de traumatología.
Ha sido un periodo largo de rehabilitación, muchos días, semanas, meses, anécdotas, mucho dolor, sufrimiento, muchas lágrimas también y muchas risas,… amistades, amigos, amigas, conocer a pacientes con los que empatizas, etc. Un maridaje que me han hecho vivir una experiencia que no habría papel suficiente para agradecer con palabras escritas el esfuerzo permanente hasta mi recuperación dentro de unos límites, a profesionales como Javier Flores (Fisioterapeuta), a Gilberto Manuel Vega (Rehabilitador) así como a todos los especialistas en Traumatología que se han hecho eco de mi patología y que me consta su entrega más allá de lo natural, así como a su calidad humana y profesional, así el mal se hace menor.
Gratitud infinita para todos ellos y ellas, jamás olvidaré mi paso por la Sala de Rehabilitación del Hospital de Montilla.
Recientemente también, debido al ingreso de un familiar en la Unidad de Cuidados Críticos (UCI), he conocido ese sitio frío y triste con un largo pasillo de habitaciones pequeñas, con un gran cristal, en las que los pacientes presentan un estado crítico, la mayoría de ellos, atados a unos monitores que marcan parámetros vitales. Pero más allá de esa visión en ese sitio frío y triste, hay también un equipo de personas ofreciendo sus mejores cuidados, intentando salvar vidas con un gran corazón, llenos de sensibilidad y empatía, entregados al máximo al paciente cuándo la glucosa sube, cuándo la tensión baja, cuándo el oxígeno está por debajo del límite o cuándo la frecuencia cardíaca está por las nubes, esos parámetros que se les van de las manos cuándo el paciente por su estado crítico no responde a los fármacos, y entonces el trato no es facultativo-paciente, si no facultativo-familiar.
Con qué profesionalidad nos preparan a la familia, aún cuándo solo puedes ver al paciente a través de un cristal, para en este caso, un fatal desenlace.
Nos queda la satisfacción que os esforzasteis al máximo en su recuperación, en salvar su vida, no os quepa duda.
Ahora también se, que detrás de esas puertas de la UCI, dónde se permite el paso Sólo a Personal Autorizado, existe un equipo humano, de enfermeros, enfermeras, auxiliares, médicos intensivistas, medicina interna, radiólogos, etc. con un gran corazón.
De nuevo mi gratitud infinita al HOSPITAL DE MONTILLA por HACER MÁS FÁCIL LO DIFÍCIL.
Josefina Avilés Luque