Noche primaveral para un Lunes Santo en el que el Silencio bajó del Cerro para cautivar, con la sobriedad y orden que caracteriza a esta cofradía, las calles céntricas del pueblo. Cuatro horas de Estación de Penitencia en las que el cuerpo de nazarenos de la Hermandad de la Caridad, aunque no muy nutrido, se convierte en ejemplo y espejo donde mirarse. Es el riguroso silencio de sus nazarenos el que otorga carácter a esta cofradía en la calle. Y no es porque no lleve acompañamiento musical, que seguro que algún día la llevará. Es, y seguirá siendo así, porque conforma su seña de identidad, y en este caso, el hábito sí hace al cofrade y le imprime el carisma que identifica a esta cofradía desde su creación.
Forma parte de ese carisma el numeroso grupo de devotos que alumbran tras el paso siguiendo la estela de unas imágenes que despiertan la devoción y admiración de todos los que las contemplan. Un portento de belleza y unción sagrada recorre las calles del pueblo cuando el Señor Cautivo camina seguido de la bellísima Virgen de la Concepción, acompañada en su tristeza y dolor por el joven evangelista.