Cualquiera que haya tratado algo con los componentes del actual Gobierno Municipal habrá advertido el desapego que reina entre estas personas cuando deberían estar unidas para “obrar en bien del pueblo”. Los intereses espurios de estos “socialistas” ha desarmado la amistad verdadera que debía reinar entre quienes gestionan el futuro de Aguilar. El ego y el afán de notoriedad o del ansia de poder, tan humano, tan lamentable y tan frecuente en algunas personas, ha conseguido corromper hasta los vínculos más sagrados. Solo esto explica que la actual alcaldesa amagara con denunciar en el juzgado a su mentor y predecesor Francisco Juan Martín, y en el último pleno amenazase con demandar al portavoz de IU, Ángel Cardo, por cantarle las verdades de su meteórica trayectoria política.
Concejales socialistas enfrentados por defender visiones antagónicas y “compañeros” de partido situados en diferentes trincheras a resultas de una candidatura de falsos amigos, han terminado siendo protagonistas de una cruenta guerra personal por culpa de una miserable ambición de poder. Y es que la condición humana es así de mezquina a veces. Capaz de estériles y sórdidas batallas sin solución porque los contendientes son miembros del mismo bando, como les ha ocurrido a los ediles socialistas.
Probablemente la traición sufrida sea la auténtica raíz del divorcio sobrevenido en el Gobierno Municipal. Cuando el concepto de amistad que muchos seres humanos tienen se basa en la confianza en el otro y tener la firme convicción de que el amigo verdadero no sería jamás capaz de venderte por un puñado de monedas o un sillón, los concejales socialistas han demostrado que se mueven y los mueven otros parámetros muy distintos.
A veces la causa de todo es un inanimado y oscuro objeto de deseo que adopta la forma de cargo. En este caso la conducta de los implicados puede alcanzar niveles despreciables, utilizando a otros para sembrar cizaña alrededor de quien un día fue su compañero inseparable y ahora se convierte en el más nocivo de los seres y el depositario de todos los defectos y maldades.
Lo más triste de todo es que estos hechos se manifiestan en el seno de un Equipo de Gobierno compuesto por personas que deberían dar ejemplo y no convertir la Casa Consistorial en campo de batalla exacerbando los instintos más abyectos. Habrá quien diga que es natural que estas cosas sucedan en política, porque son grupos humanos en los que se manifiestan y reproducen las mismas miserias de la condición humana y de la sociedad en las que se hallan inmersas.
Otros pensamos que no. Que si quienes defendemos una sociedad más justa e igualitaria no damos ejemplo demostrando que la amistad y el compromiso están por encima de las luchas por el poder, nadie será capaz de sembrar la confianza necesaria para superar este maldito mundo de la “política”, lleno de rencor y odio, en el que pretenden involucrarnos estos personajillos.
Estas reflexiones fluyen de la libertad conquistada. El respeto no se exige ni se impone, se gana, y hay quien, como la alcaldesa de Aguilar lo está perdiendo en su paso por el Ayuntamiento para jamás recuperarlo. Eso sí, a costa de un buen sueldo.