La caída de la tarde en el paraje de la Fuente de Don Marcelo marca el principio del fin. Las campanas suenan a despedida y la carreta y los bueyes esperan ávidos la llegada de la Virgen para, a paso cansino de mansos, devolverla al pueblo y a la iglesia donde habita en la resolana del Altozano. La Virgen sale acariciada por la brisa fresca que sube por la ribera del río y en el horizonte de la campiña se advierten los últimos destellos de un sol que juega al escondite con las tenebrosas nubes. La Virgen se va y enmudece las campanas que despiden con lúgubres tañidos desde la alta espadaña a la caravana romera.
La Virgen se va y tras su estela quedan el recuerdo y las vivencias de una romería que ha vuelto a recobrar en este año 2018 los bríos y magnificencias perdidos, retornando a la orografía de emociones y aglomeraciones que tanta grandiosidad le otorgó en años pasados. El tiempo ha acompañado y los nuevos impulsos han dejado su impronta en las imágenes del camino y actos del Santuario, arropados por una multitud de romeros y visitantes que abren el campo a la Esperanza de que la fiesta recobre sus esplendores.
Siempre hay cosas que corregir y mejorar y en ello deben afanarse la cofradía y las hermandades romeras, porque el trabajo da sus frutos si se tienen objetivos claros y marcados en el calendario más próximo. Bulla en la ida, en la romería y a la vuelta, pues también las calles se han visto repletas de personas que esperaban a la Virgen cuando, ya de noche cerrada, entraba en el Llanete y subía la calle Saladilla. Vuelven los romeros cansados y contentos, como reza la letra de la sevillana, y soñando con que el campanil de la Veracruz los convoque con su etéreo repique a la mañana del mes de junio del 2019, paraa que todo comience de nuevo en el ciclo de las vivencias romeras.
Fotos : Juan Antonio González Delgado.