No es que tenga previsto ir a los toros ni que vaya a lucir mantilla en las próximas procesiones o misas a las que está invitada. No van por ahí los tiros, aunque bien que pudiera lucir el típico complemento tal como han hecho distinguidas lideresas del PP no hace mucho. Lo del título del artículo viene por el sonrojo que produce los trapicheos que se trae la señora con el reglamento o norma que regula el otorgamiento de honores y distinciones en el municipio, aprobado recientemente a propuesta del partido Socialista.
Desde entonces no han cejado, y más en los últimos días, las polémicas que está generando la primera edil con la tornadiza manera con que está manejando el referido reglamento para – utilizando un lenguaje propio de la barra de un bar- adquirir notoriedad enardeciendo a quienes ella cree que son fieles clientes de su partido. Las últimas semanas están siendo particularmente intensas en lo que a estratagemas se refiere para saltarse la norma, toda ellas alentadas hasta límites insospechados por la propia alcaldía.
Batallas que forman parte de una ardua y prolongada guerra que se mantiene desde hace meses entre la sensatez y la delirante deriva que ha tomado, muy conscientemente, la alcaldesa. Y es que a ella, sobre todos, le interesa especialmente que nos ocupemos de estas cosas “superfluas” para encubrir con riñas de mentidero los grandes males que sufre este pueblo, precisamente por la desidia de los socialistas que encabeza María José Ayuso.
Realmente puede que ni ella misma sea consciente del daño que está haciendo al pueblo, o lo disimula muy bien. No es la primera, ni la única, ni la más grave de las decisiones que toma la alcaldesa dándole una real patada a la historia y el patrimonio de Aguilar. Pero sí de las más graves, porque se ha hecho exprofeso y burlándose de particulares y asociaciones a las que ha menospreciado claramente.
Personas y entidades que desde hace años llevan solicitando que se distinga o perpetúe la memoria de algún paisano, persona destacada o hecho memorable en el callejero del pueblo, y a los que se les ha exigido que cumplieran un trámite para avalar dicha solicitud, quedándose atónitos al comprobar que la alcaldía quita y pone nombres a las calles saltándose a la torera – poniéndose por peineta- el mismísimo Reglamento Municipal que ella aprobó.
Así lo ha hecho hurtándole a la calle Granada su nombre y rotulándola con el de Virgen de la Paz sin pasar por Pleno, sin expediente, y con la osadía de tomar por incautos a los demás al justificar esa aberración diciendo que poner el nombre de una calle a una Imagen religiosa, a una persona o hecho, no supone ningún honor o distinción. ¿Será entonces que la alcaldesa ha tratado de denigrar a la Virgen?.
Es a todas luces una insensatez que ha creado, además, un precedente muy peligroso ya que, por el capricho de alguien, nos podemos cargar el nomenclátor histórico del pueblo. Se ha abierto demás una brecha en el sentido común difícil de restañar ya que, tal como ha sucedido con esa calle, a partir de ahora el Caído puede solicitar que se rotule la calle Don Teodoro por ser por donde accede a la Plaza y además desde hace muchísimos más años, o la Amargura la calle Ipagro, o las Angustias la calle Mártires de Poley por hacer esquina a su capilla, y así cualquier otra cofradía, asociación, grupo de baile, peña, partido político, entidad deportiva, etc, podrá exigir que cambien el nombre de la calle donde tengan su sede social, celebren sus actos, etc, etc,
Habrá quien le diga a esta señora el daño que hace con sus desatinos. Habrá quien le haga ver que tiene la obligación de tratar por igual a todos los ciudadanos y asociaciones con independencia de que sean más afines o no a su partido o gustos personales. Habrá quien le explique que los nombres antiguos de las calles forman parte de la historia del pueblo y que se deben respetar y preservar como tales. Habrá quien le razone, para que entienda, que cuando se critican las barbaridades que comete no es que se esté en contra de que sea la advocación de una imagen religiosa, o el nombre de persona, político o no, la que rotule una calle, si no que deben adjudicarse a calles nuevas y siguiendo las normas establecidas para todos. Habrá quien le revele que no es lícito ni ético hacer trampas para saltarse las normas que uno mismo ha propuesto y aprobado.
Realmente creo que la alcaldesa tiene el coeficiente de inteligencia suficiente para dirimir todas estas cuestiones y también la desfachatez de ponerse “el reglamento por peineta” mientras cobra su buen sueldo del erario público.