Nada más oírlo sentí indignación: buscadores de huesos, había dicho un diputado de Vox para referirse a la lucha de las familias que quieren saber, que buscan, sí, los cuerpos, los restos de sus seres queridos, arrumbados en cientos de fosas. Estaba viendo, vía streaming, el debate celebrado este jueves en el Parlamento andaluz sobre memoria histórica. Bajé la tapa del ordenador con desasogiego. Me acordé de aquella otra senadora del PP. De tantos otros insultos. Y pensé que hoy, mejor, me dedicaba al día de la poesía.
Me aseguré que llevaba las llaves de casa conmigo y, con un libro de Idea Vilariño en el bolso, me fui a tomar un café. Buscadores de huesos, me repetía por el camino. Leí algunos versos de la poeta uruguaya al sol, con un café hirviendo, incapaz de llevarse el frío. Buscadores de huesos. “Sabés / Dijiste / Nunca fui tan feliz como esta noche / Nunca. Y me lo dijiste / en el mismo momento / en que yo decidía no decirte / Sabés / Seguramente me engaño / pero creo / pero esta me parece / la noche más hermosa de mi vida”.
De repente, en medio de la decepción, de la tristeza o de no sé qué sensación de esta primera mañana de primavera, pensé en todos aquellos buscadores de huesos que he conocido, en todas aquellas buscadoras de huesos que se dejan los suyos para hallar la verdad. Y entonces, seguramente me engaño, pero ese buscadores de huesos despectivo se transformó en el verso más hermoso que pasó por mi cabeza.