El retraso en las fechas previstas por causa de una inesperada borrasca que trajo las primeras lluvias del cercano otoño ha llevado a que la Vendimia del 2019 se haya celebrado en los postreros días de un mes de septiembre en los que el “veranillo del Membrillo” nos recuerda que aun no nos hemos librado de los calores estivales. Aun así la mañana ha estado envuelta en una suave y fresca brisa que solo ha sido superada por las altas temperaturas cuando el sol se elevaba con verticalidad en el azulado y limpio cielo.
Casi un centenar de ciclistas, locales y foráneos, se han echado a los caminos para transitarlos entre plateados olivares renacidos por el verdor de las nuevas aceitunas y las envejecidas pámpanas que aun cuelgan de los sarmientos en las escasas viñas que van quedando en los pagos de Aguilar y Moriles. Un multicolor pelotón que iniciaba su trayecto subiendo la siempre exigente cuesta de “La Torre Camarata”, que ha sido el punto más elevado de todo el recorrido, y desde el que nos hemos adentrado por los carriles y caminos que se trazan en las tierras Albarizas que marcan la frontera entre los dos pueblos, y que antaño se conocieron como el pago de los Zapateros.
A la sombra de los viejos lagares que han sobrevivido a la vorágine de la historia y a los cambios y supresión del cultivo de la vid, hemos revivido aquellos tiempos pretéritos en los que el mosto regaba estas tierras en las largas y sufridas vendimias envueltas en escarchas mañaneras y sudores de mediodía, épocas en las que las viejas bicicletas BH eran el medio de transporte más moderno para los jornaleros. Hoy son –modernizadas- el recurso más adecuado para disfrutar de estos parajes practicando un saludable y bonito deporte.
La pará para el avituallamiento nos ha deparado un sabrosísimo bocadillo con jamón, melón y sandia, que nos ha devuelto las energías necesaria para recorrer los últimos kilómetros de la ruta, que han sido quizás los más duros por el cansancio acumulado y la fuerza que había adquirido a esas horas la temperatura ambiental. También porque la vuelta a Aguilar supone, desde cualquier punto cardinal desde la que se acometa, una empinada subida.
Sin ninguna incidencia de consideración, que es la mejor noticia en este tipo de rutas, se ha dado por concluida la misma sobre la una de la tarde cuando el pelotón llegaba por el camino del “Padre Herrera” al Polideportivo Municipal. Como colofón a tan magnífica mañana de bicicleta se ha celebrado en el Mesón Rocío la comida y convivencia que pone la guinda a la jornada más esperada del año, santo y seña del Club decano del ciclismo local.