Tras la presentación del cartel oficial de la Semana Santa, que edita cada año la Agrupación de Cofradías y el Ayuntamiento de Aguilar, con la colaboración de la Diputación Provincial, acto que aconteció hace ya algún tiempo como preludio de la cercana Cuaresma, llegado ya ese tiempo que los cofrades conjugamos en presente a partir del Miércoles de Ceniza, “ya estamos en Cuaresma”-, son varias las hermandades y cofradías que editan carteles propios que anuncian su salida procesional en Estación de Penitencia.
Sin entrar a considerar si son muchos o pocos, o si la proliferación de este medio publicitario perjudica o beneficia al conjunto de la Semana Santa, si quiero resaltar, por su interés y calidad, uno que creo merece tal distinción. Es cierto que se pueden realizar y componer magníficos carteles fotográficos, y todos los años admiramos en nuestro pueblo varios realizados con esta técnica, pero es de justicia reconocer el esfuerzo que conllevan los trabajos pictóricos que se nos antojan verdaderas obras de arte.
Aguilar cuenta con varios artistas que desarrollan con maestría esta labor, y cada uno de esos trabajos, que han sido plasmados en carteles cofrades, constituyen un derroche figurativo y compositivo, además de una prueba de la maestría que atesoran sus creadores. A ese catálogo de carteles destacados hay que sumar, sin duda, el que ha editado la cofradía de María Santísima de la Amargura y Nuestra Señora de la Antigua para la Semana Santa del 2020.
Un cartel en el que Ricardo Llamas ha parado el tiempo en el que cabe toda la Semana Santa, el tiempo de una mañana cuya luz conjuga el sentimiento de gozo por lo vivido -la Semana Santa es el tiempo perfecto- y congoja porque todo acaba y comienza la larga espera para el cofrade. Todo perfecto en la Antigua. Todo rotundo en la Antigua. Todo admirable en la Antigua.
Piensen si no qué otra imagen podría soportar devocionalmente tantos vaivenes en su peregrinar por la historia, tantos avatares que la desterraron a involuntarios ayunos de oraciones en templos y capillas desiertas por los que ha pasado tras perder su santuario del río, tantas modas que se llevaron la esencia de su ser. No se equivoquen: es la perfección sagrada de la Virgen de la Antigua la que hace gloriosa la Resurrección de Cristo, y Ricardo lo ha plasmado magistralmente en esta obra.
El cartel es un tributo devocional que se rinde ante la grandeza de esta Virgen. Es el premio a una religiosa fidelidad de Ricardo con la Antigua que se consagra en el arte de vestirla, y como prueba este lienzo, también en el arte de pintarla.