Historias de la Posguerra en Aguilar de la Frontera (XI): Estraperlo, una original palabra para un delito habitual

Las últimas palabras de esta serie estuvieron dedicadas al estraperlo. Entonces apuntábamos cómo los delitos relacionados con los abastecimientos y transportes eran derivados a la Fiscalía Provincial de Tasas donde se tramitaba el expediente correspondiente. Pensábamos que este hábito era poco menos que testimonial en Aguilar de la Frontera. Sin embargo, un análisis minucioso de la documentación del Archivo nos ha permitido corregir esta premisa y verificar que fueron muchos los aguilarenses que se dedicaron al pequeño estraperlo, es decir, a aquel que se caracterizaba por el trapicheo con escasas cantidades y que solía ser desempeñado como un medio de supervivencia por las llamadas clases subalternas. A continuación, procedemos a desarrollar algunos aspectos que nos permitirán definir el mercado negro local y las entonces denominadas “prácticas abusivas”.

Lo primero que constatamos es la gran cantidad de mujeres implicadas en estas actividades. La feminización del delito no es una característica de nuestra crónica negra, pero aquí sí que encontramos una notable excepción. A falta de hacer un estudio minucioso de las identidades descubiertas, avanzamos la hipótesis de una posible adscripción a los estratos más bajos de la sociedad, siendo en muchas ocasiones las sostenedoras de un hogar donde falta el tradicional cabeza de familia, es decir, el padre o el marido (a veces como consecuencia de la represión).

Esta misma extracción social es la de la mayoría de los casos que encontramos. Así, en los informes que se remitían a la Fiscalía Provincial sobre algún expedientado era habitual encontrar que no amillaraba bienes, que era totalmente insolvente, tanto él como sus familiares, y que no tenía otros ingresos que los de bracero o jornalero (hay algunas excepciones). Lo que sí se da en casi todos los casos consultados es su buena conducta y la carencia de antecedentes político-sociales, lo que contradice lo ocurrido en otros municipios en que los encausados habían tenido alguna vinculación con el fenecido régimen republicano.

El estraperlo se realizaba sobre todo con los llamados productos de primera necesidad, es decir, alimenticios: harina, aceite, garbanzos, alubias, habas… (aunque también se comerciaba con otros como el jabón, el tabaco o los tejidos). En una sociedad en la que amplias capas estaban pauperizadas y en que los cupos establecidos difícilmente permitían una correcta alimentación, el recurso al mercado negro se convertía en una necesidad. Los delitos habituales son los de circulación y venta clandestinas, venta de productos a un precio mayor del establecido, ocultamiento, transporte sin guía, etc. Las sanciones, tras la incoación del preceptivo expediente, eran habitualmente multas que, según la cuantía, eran impuestas por el Gobernador Civil (las más bajas) o por la Fiscalía (las más altas). Hemos hallado sanciones por valor desde 25 pesetas hasta 1500, una enormidad en la época. En ocasiones, también se decomisaba el producto intervenido que era vendido y la cantidad recaudada ingresada en la Delegación Provincial de Abastecimientos y Transportes. Cuando el estraperlista no podía hacer frente a las mismas era privado de libertad, bien en cualquiera de los presididos del país, bien en alguno de los batallones de trabajadores. Existía, eso sí, la posibilidad de que se pudieran presentar pliegos de descargos.

Una manera de tratar de eludir los rigores de la Justicia era la de dar datos de filiación falsos. Hemos leído casos de requerimiento de informes por parte del Fiscal sobre personas que eran absolutamente desconocidas en la población (pero que sin duda habían declarado que vivían aquí) o que, si bien habían residido en el pueblo, hacía tiempo que ya no lo hacían. En otras ocasiones, se dan identidades falsas: es lo que sucedió con una interceptada que facilitó los datos de una niña de 8 o 10 años. Enormemente ilustrativo, por la cantidad de información dada que refrenda lo que hemos escrito en líneas anteriores, es el informe sobre una de las mujeres sorprendidas (hay otros similares): “Es totalmente insolvente, careciendo de toda clase de bienes, si bien aprovechándose de las actuales circunstancias se dedica a la venta de artículos intervenidos, teniendo por costumbre en la mayoría de los casos en que es sorprendida de dar nombre supuesto”. De aquí deducimos varios hechos: el primero, el carácter reincidente de las estraperlistas; el segundo, el que las autoridades eran conscientes de su “profesión” y de sus engaños; y la tercera, el reconocimiento por parte de los gobernantes de las dificultades de la situación vivida.

A lo largo de todo el artículo nos hemos estado refiriendo al pequeño estraperlo. Pero, ¿qué podemos decir del gran estraperlo?, ¿existió en Aguilar? Por distintas razones, el seguimiento de esta práctica que permitió el enriquecimiento ilícito de muchas personas cercanas al Régimen fue tolerado y silenciado por lo que sólo en contadas ocasiones salió a la luz pública. Con estas premisas, no hemos localizado aún –y subrayamos el aún- ningún indicio que nos permita suponer su ejercicio en Aguilar de la Frontera. Sólo tenemos alguna noticia de personas que aprovechando la dramática coyuntura se enriquecieron a ojos vista. Un claro ejemplo es el referido a un industrial juzgado: “La situación económica actual del mencionado individuo, reducida a metálico oscila cerca del millón de pesetas, fortuna que ha sido hecha durante los años de la guerra, ya que con anterioridad al Movimiento y en los días inmediatos al mismo, el citado industrial no tenía medios económicos de defensa, devolvía sus giros y se hallaba en trámites de declaración de quiebra”.

Continuará…

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