Con el inicio del verano, se vuelve a intervenir en el cementerio de Aguilar buscando recuperar los restos y la memoria de aquéllas y aquéllos a los que silenciaron brutalmente arrebatándoles la vida por el mero hecho de defender una sociedad más justa, más igualitaria y libre.
Este hecho que hoy nos parece tan lejano en el tiempo, incomprensible y para algunos tan difícil de repetir, terminó con la vida de cientos de personas en nuestro pueblo y el dolor que causó se vio agravado por el silencio impuesto por la parte vencedora que se ocupó y preocupó de ocultar todo rastro.
Participé en los trabajos de exhumación que se llevaron a cabo en el año 2010 en el cementerio municipal y en la entrega de los restos identificados a los familiares. Tengo que decir, que para mí ese fue el trabajo más intenso, más duro y gratificante que nunca he realizado. Lo que se siente a pie de fosa es difícil explicarlo con palabras dada la carga emocional que supone convertirse en testigo de los que pudieron ser los últimos momentos en la vida de estas personas. Hombres y mujeres que acabaron sus días de la peor forma imaginable.
En esos días de excavación un pensamiento iba y venía imponiéndose sobre el resto y no era otro que, al margen de ideologías, los restos que allí encontrábamos eran de simples personas que vieron violentamente truncadas sus vidas y con el tiempo su memoria. Pues bien, éstos restos y su memoria son los que se pretende recuperar con los trabajos de exhumación, los restos, con la finalidad de darles, por fin, digna sepultura, y la memoria, reclamada justamente por sus familiares y por toda sociedad justa que se precie, porque sólo así se podrá hablar de reparación, justicia y dignidad, para que, de una vez por todas, la historia de este país no esté lastrada por silencios vergonzosos que impidan el progreso del mismo.
Paqui Herrador Cosano