Impunidad, del vocablo latino impunitas, es un término que refiere a la falta de castigo. Se conoce como castigo, por otra parte, a la pena que se impone a aquel que ha cometido una falta o un delito.
La falta total de respeto por los bienes situados en el espacio público, que reina en nuestros campos, hace que algunos desaprensivos no sientan el más mínimo remordimiento a la hora de dejar su impronta, que raya el vandalismo, sobre el patrimonio de todos. Estas actitudes provocan un deterioro de estructuras funcionales como la red de caminos del pueblo, en la que se está invirtiendo una considerable cantidad de dinero para su conservación y mantenimiento.
Este fenómeno, en el que la dejadez administrativa, la ineficacia policial y el espíritu destructivo de unos pocos se reparten el mérito a partes iguales, le cuesta decenas de miles de euros al año a las arcas del municipio. Además, en determinados casos provocan destrozos que son irreversibles y, sobre todo, ofrecen un aspecto tremendamente negativo de un pueblo que aspira a vivir de su estructura agraria y medioambiental.
La falta de cultura cívica lleva a algunos agricultores a destruir de forma impune nuestro medioambiente y nuestros caminos al carecer del más mínimo valor ético, despreciando el esfuerzo que se hace por mantenerlos. La voracidad por labrar cualquier espacio de una finca y linderos, hace que se lleven por delante todo lo que se encuentra a su paso, incluidos caminos, padrones, aboles o matorrales.
La falta de consecuencias legales de estas acciones explica en parte el fenómeno de que no se enmienden estas nefastas conductas.