No son cuestiones anecdóticas aunque pudiese parecerlas. Tampoco se trata de egos personales aunque los haya en algunos casos. Ni siquiera de dignidades por según que puestos o sillones se les asigna a unos u a otros. Se trata, eso sí, de algo muy serio aunque parezca una nimiedad, pues no hablamos de la persona o personas, si no a lo que estas representan en ese momento. Y eso debe ser sagrado.
Lo hizo muy correcto el obispo de Córdoba en la Misa del Llano de la Cruz al saludar en primer lugar a la representación municipal que asistía al acto, encabezada por el teniente de alcalde, pues eran la máxima autoridad civil en el evento, por encima de cualquier otro cargo político que estuviese presente. Lo hizo bien el párroco al agradecer a todos cuantos habían colaborado en el desarrollo del acto con su apoyo, resaltando particularmente al Ayuntamiento por su implicación.
Menos acierto hubo en el protocolo al situar al presidente de la Agrupación de Cofradías en la bancada de los políticos, cuando debía emplazarse junto al hermano mayor, y se erró al colocar delante de las autoridades municipales al diputado provincial de Vox que asistió al acto, no sabemos en calidad de qué, pues, si lo hizo a nivel personal no era ese su sitio y si lo hizo como representante de su partido tampoco.