La Asociación Cultura y Progreso de Aguilar celebró anoche una velada poético musical en homenaje a Miguel Hernández denominada “Tras la sombra del poeta”, con guión de Juan Jesús Espinosa. Aunque realmente no nos hace falta una fecha en el calendario ni un motivo especial para celebrar su obra y su persona, sí pensábamos que podía ser importante y bello compartir un sencillo homenaje con quien quisiera acompañarnos.
Ochenta personas pusieron ese empeño, ochenta corazones latieron al ritmo de la voz de Miguel Hernández, de sus poemas, de sus vivencias, de su historia. Una historia que permanece como una huella imborrable en nuestro interior, porque la historia del poeta del pueblo es la historia de todos nosotros.
Como decíamos en la presentación del homenaje, Miguel supo darle un sentido a la palabra LIBERTAD a través de su poema “El Herido”, escrito en plena Guerra Civil, y que algunos años más tarde, en la década de los 70, un fragmento del mismo fue cantado por Joan Manuel Serrat. Todavía a día de hoy es considerado un himno, aunque algunas voces quieran tergiversar y anular su significado.
LIBERTAD, un término tan grande que últimamente se ha visto tan empequeñecido por un excesivo manoseo calculado y maquiavélico que concibe la libertad como un anhelo individual y no como un interés colectivo.
Nos preguntamos qué pensaría Miguel Hernández de la sociedad que hemos construido y de cómo hacemos uso de “nuestra libertad”. Estamos seguros que nos diría que nunca seremos libres si vivimos en una sociedad que no respeta la diversidad o que no lucha por una efectiva igualdad de derechos y oportunidades, que no seremos libres si miramos hacia otro lado ante la violencia de género o si terminamos viendo al extranjero pobre como un enemigo y al extranjero rico como una oportunidad.
Nos imaginamos a Miguel Hernández diciéndonos que nunca seremos libres si no superamos nuestros propios miedos.
Mientras escribo esta nota, he tenido la banda sonora de fondo de la Carrera Popular de Aguilar, el jaleo enérgico hacia los corredores con frases de ánimo a grito en pecho. Cuando se ha hecho el silencio en la calle, han empezado a oirse los sones de tambores y cornetas que acompañan al traslado de Jesús Caído a su iglesia. Todo ello con el aroma de fondo de las gachas hechas por mi madre. No cabe duda de que somos un pueblo de contrastes, maravillosos contrastes que nos hacen ricos y únicos.
En estos días en los que nos resulta inevitable acordarnos más si cabe de nuestros difuntos, una tiende a pensar que nuestro cuerpo al fin y al cabo no es más que un envoltorio con fecha de caducidad cuyo contenido DEBE ser enriquecido por vivencias, compañías, viajes, lecturas… Lo vivido anoche en el Molino del Duque sin duda ha sido una más de esas cosas sencillas y cercanas que hacen engrandecer el alma.
Todavía resuena en mi cabeza las palabras de MigueL, aún tengo la vida.
Se han cumplido 111 años de su nacimiento. GRACIAS por seguir eternamente vivo.
Teresa Postigo Ávila