Aguilar llegó a contar con un número considerable de salinas en su término municipal, con las que se cubría la demanda de este producto, no solo de nuestra localidad, si no en muchos pueblos de la comarca. Eran y son salinas de manantial, es decir, agua salada procedente del subsuelo y que emerge a la superficie de forma natural.
Casi la totalidad de ellas se situaban en las inmediaciones del cauce del río Cabra o de afluentes como el arroyo Salado, cuyo nombre delata la salinidad que tenía sus aguas, hasta el punto de que salinizaban las del río cuando este llevaba poco caudal.
Los veneros de aguas salobres afloraban en el tramo del cauce del río que bordea el casco urbano del pueblo, de ahí que en esta zona existiesen numerosas fábricas de sal, habiendo desaparecido las últimas en los años ochenta por causa de las continuas riadas del río que inundaban las pozas.
Hasta esa década estuvieron en pleno funcionamiento, por lo que las características montañas de sal elevadas sobre los pequeños muros que delimitaban las charcas y el reflejo estético que causaban en parajes como el de la “Alcantarilla del Manco”, hicieron que este trayecto de carretera se conociese popularmente como “La Curva de las Salinas”.
Como testimonio gráfico de ese tiempo pasado podemos admirar estas espectaculares y bellas perspectivas del pueblo tomadas desde las desaparecidas salinas.