Hay gente que me dice que no puede dormir. Están sumidas en un estrés provocado por las noticias que nos rodean. Somos incapaces de abstraernos al exceso de información, a la premura de las noticias que se van sucediendo como una cascada desbocada que no da oportunidad para respirar.
Noticias que casi siempre son sobrecogedoras y dolientes y que trascienden a nuestro poder para cambiarlas.
A veces se necesita un asiento frente al mar donde divisar un horizonte diáfano y azul claro, que conecte con esa parte de nuestro cerebro que nos ayude a alcanzar un tiempo de confort donde todo se detenga.Un espacio donde seamos conscientes de nuestra respiración acompasada, de la belleza del paisaje, de la humedad del ambiente, de que nuestro cuerpo y nuestra mente son, en ese preciso instante, un receptáculo consciente y agradecido de existir.
Como dirían Magdalena Sánchez Blesa: “Te necesitas”. Nos necesitamos conscientes, erguidos, fuertes, resilientes.
Nos necesitamos a pesar del ruido externo o interno, de cualquier ataque que consiga doblegarnos para desactivar esa energía que nos hace únicos e irrepetibles.
Superar el miedo es un proceso que va desde la paralización a la toma de conciencia, a la liberación. En mi caso el miedo se vistió de dolor, un dolor inconcreto que afectaba a distintas partes del cuerpo y del alma y pude exorcizarlo con estas palabras:
cualquier día hablaré del dolor, cuando haya aprendido a sacarlo de mí, mirándolo de frente. Cualquier día me armo devalory dibujo su rostro para reírme con él de nuestra vida en común, tan dramática y oscura, que merece un punto de humor negro, una sátira, un sarcasmo, un antídoto necesario para sobrevivir.
Me reiré de todas las injusticias humanas o divinas como si hubiera enloquecido de tanto mirar sin comprender nada.
Medesternillaré con mi impotencia revolcándonos por el suelo hasta que las lágrimas salgan por mis ojos y no sepasi lloro o río.
Comprendí que el miedo nunca me abandonaría, porque tengo motivos para temer: mis hijos, sus vidas, la de los seres que amo, la estabilidad emocional y material, la salud, las injusticias, el dolor de los demás…todo puede alterarnos. Por eso, solo encontré una forma de estar en el mundo, aceptándolo.
Aquel día en el que me hice amiga del miedo lo abracé como parte de mí y me dispuse a vivir con la paz del que se sabe vigilante, pero segura de que ya nos conocemos y de que nunca más huiré cada vez que se haga presente.