
Pasa el tiempo inexorablemente, y el recuerdo de lo vivido alimenta la memoria de unos años que no volverán, pero que, permanecen indelebles en lo más profundo de nuestros. Pasado que se hace presente cuando miramos las añejas fotografías de nuestra juventud, y con ellas rememoramos la huella que dejó en nuestra memoria aquellos inolvidables años.
La calle donde vinimos al mundo o nos criamos, los amigos de la infancia o las plazas donde descubrimos las excelsitudes de la juventud, son espacios sagrados que despiertan añoranzas y nostalgias por lo que fuimos y no volveremos a ser. Lugares como el Llano de la Cruz, constituye un baluarte emocional para quienes nacieron en el populoso barrio dieciochesco, conformado por calles como: Altozano, Eras, Huerto, Pozos, Atajadillo, Ancha y Calvario.