La otra desmemoria (4): Jesús Cañadillas

Diego Igeño.

Si algo se aprende al hablar con quienes un día tuvieron que abandonar Aguilar es que casi siempre fue una decisión con un detonante específico, que el viaje no se emprendió en solitario sino en familia, que Cataluña se veía como un sitio de promisión donde “había trabajo” y que cada uno sufrió su patera personal. En el caso que hoy nos ocupa, el de Jesús Cañadillas Ponferrada, contó con todos esos ingredientes. Y su patera, lo dice emocionado, con un llanto hondo que le aflora por primera vez en nuestras más de dos horas de conversación, fue una vieja furgoneta DKW alquilada en la que se trasladó a tierras catalanas junto a su madre, Patrocinio Ponferrada Espino, su heroína como él mismo la define, y dos hermanos más. Para ello contaron con la desprendida generosidad de su comadre, Josefina Jarabo Espino, que les prestó 11.000 pesetas de la época, pese a que ya llevaba tiempo ayudando a la familia.

Afirma rotundo que cuando alguien deja su terruño lo hace obligado por las circunstancias y porque en la tierra que deja no tiene nada. Y él tiene muy claro qué fue lo que determinó el que hicieran las maletas para emigrar. Todo arrancó con la temprana y fulminante muerte de su padre, José María, que dejó viuda y siete hijos desamparados, entre ellos, el más pequeño, nuestro biografiado. Por eso me subraya que él no se fue, sino que lo echaron. Probablemente en este acontecimiento vivido esté el germen de su acusado clamor contra la injusticia y el embrión de su naciente conciencia política. Su padre era manijero con un “señorito” del pueblo. Al fallecer, no quiso continuar dándole trabajo a los dos hijos mayores con lo que la familia se vio privada de los ingresos necesarios para sobrevivir. Ello dio lugar a un incesante goteo de partidas que iniciaron sus hermanos mayores, dos de los cuales se afincaron en Cataluña y otros dos en Madrid.

Tras un interminable viaje de más de treinta horas, el cortejo formado por una parte de la familia arriba a La Llagosta, un pequeño pueblo de Barcelona que en aquellas fechas tenía unos 7000 habitantes, donde residía uno de sus hermanos con su familia. Ahí, en una pequeña habitación se acomodaron los recién llegados. Era una fecha luego simbólica, un 11 de septiembre; el año, 1969. Catorce días más tarde Jesús ya estaba trabajando como aprendiz en una fábrica de grifos. También lo consiguen los dos hermanos que con él habían viajado. Ello permite que en aproximadamente un año logren instalarse en un piso propio.

Jesús Cañadillas va cambiando de trabajo y es en el paso por una de las fábricas en las que estuvo cuando se vincula hasta los tuétanos con el movimiento sindical, a Comisiones Obreras. Llega a ser presidente del comité de empresa de uno de los lugares donde trabajó y fundó la secciones local y comarcal del sindicato.

Como consecuencia lógica de su activismo, también se afilia al Partido Comunista de Cataluña con el que se presenta a las elecciones municipales de 1983. Sale elegido y es nombrado como Segundo Teniente de Alcalde con responsabilidades, entre otras áreas, en participación ciudadana. Define su paso por el Ayuntamiento como una experiencia muy enriquecedora, pero con muchos momentos de decepción porque vio que, al final, la gestión predominaba sobre la ideología. Comparte con cariño que en esa legislatura organizaron unas jornadas de “No a la OTAN” y un referéndum pese a que cogobernaban con el PSC que era quien ostentaba la alcaldía. En este sentido, nuestro protagonista reconoce con orgullo que siempre ha ido por libre y que siempre ha creído en sí mismo. Y eso le ha llevado a ser valiente en la adopción de decisiones.

Laboralmente continúa con una cierta inestabilidad que le lleva a ir de un empleo a otro, hasta que se queda con el negocio familiar de su suegro ubicado en el Poble Nou, en Barcelona. Era el año 1990 y ahí estuvo durante 20 años cuando se plantea cerrar. Sin embargo, un buen cliente le ofrece contratarlo en su empresa y dejarlo a él como encargado, oferta que lógicamente acepta hasta que en 2018 problemas de salud le hacen ir pisando el freno hasta el momento de su jubilación.

Instalado desde 1992 en Premiá de Mar, se casa con una catalana. Poco a poco se va desligando de la política, aunque canaliza su temperamento inquieto a través de movimientos solidarios y vecinales. En este sentido, comenta con orgullo que consiguieron que el Tribunal Superior de Cataluña anulara una subida del IBI propuesta por el ayuntamiento. Asimismo, luchó por la consecución de la puesta en marcha de un apeadero construido en los años 50 y 60 y que nunca había funcionado. Pese a que el parlamento español y todos los partidos aprobaron esa medida a día de hoy sigue en desuso.

Reconoce que, por diversas circunstancias, su contacto con Aguilar ha sido muy escaso. Ha venido muy pocas veces y muy de paso, pero confía en que, ahora que está jubilado, pueda recuperar su historia.

Jesús Cañadillas rememora los recuerdos de su infancia y los califica de muy bonitos pese a la tristeza de muchos de ellos, sobre todo, la muerte de su padre. Se acuerda de que hacía recados por si le daban un real para poder llevarlo a casa, dado que la situación del hogar era precaria. También se le vienen a la cabeza los partidos de fútbol en la calle Cerrillo que era donde vivía, interrumpidos cada cierto tiempo al oír las motos de los municipales, sus juegos en el castillo y las peleas con piedras con los vecinos de la calle Molinos.

Recapitulando sobre su estancia en tierras catalanas afirma con rotundidad que nunca se ha arrepentido de irse, que jamás se ha sentido discriminado, ni tampoco obligado a hablar catalán. Comenta haber tenido el letrero de su negocio escrito en castellano, colgado en la puerta del establecimiento más de sesenta años y que nunca ha tenido problema alguno por ello. Eso sí, me aclara que él, después de tantos años, se siente catalán, que su mujer, su hijo y sus nietos lo son, aunque, eso sí, nunca olvida sus orígenes aguilarenses. Me dice que no puede olvidar que Cataluña los recibió y que les dio lo que Andalucía no pudo darles. Abiertamente comparte conmigo que, pese a su catalanidad, no se siente independentista, aunque entiende y comparte muchos de sus planteamientos.

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