Vicente Núñez, fulgor sin ocaso a los veinte años de su muerte

Félix Ruiz Cardador

Dos décadas se cumplen ahora de la muerte del poeta Vicente Núñez, uno de los autores centrales del siglo XX andaluz. Veinte años que en su caso no han significado olvido, sino una presencia casi constante gracias a publicaciones, tesis doctorales y estudios y tributos de muy diverso tipo, como el premio poético que lleva su nombre.

Queda de él además el recuerdo generalizado del hombre singular que fue y de su vida, en el entorno de Aguilar de la Frontera, su Plaza Ochavada y el bar El Tuta, así como la alta valoración de su obra poética y sus aforismos o sofismas y un rico anecdotario fundamentado en capacidad de teatralización y su sentido del humor.

Vicente Núñez, con libros legendarios como ‘Ocaso en Poley’, ocupa un lugar cenital en el panorama de las letras cordobesas, muy cerca de dos amigos suyos como Pablo García Baena Ricardo Molina.about:blankPUBLICIDAD

Luis Antonio de Villena y Vicente Núñez
Luis Antonio de Villena y Vicente Núñez – ABC

El escritor madrileño Luis Antonio de Villena, sin el apasionamiento del paisanaje pero con el recuerdo de la amistad, lo define como un «magnífico poeta, muy bueno pero fuera de sitio», cercano al grupo Cántico pero no perteneciente al mismo en sentido estricto.

«Vicente pertenecía por edad a la generación del 50, pero no tenía nada que ver con ellos», explica. De hecho, el escritor, aunque nacido en Aguilar, comenzó su carrera literaria en Málaga y allí se inscribió en la revista ‘Caracola’ y en el grupo de poetas que alimentaban esta publicación. Al final, tras varias idas y venidas, decidió regresar a Aguilar, donde durante décadas vivió alejado del mundo literario.

De Villena explica que conoció a Vicente en 1980, por recomendación de Pablo García Baena y de regreso en un viaje de Torremolinos a Madrid. Entonces llevaba muchos años sin publicar nada y era un personaje exótico en Aguilar. «Me quedé fascinado con aquel hombre que era buen poeta pero también un actor, un histrión que, al contrario de lo que solían hacer casi todos los homosexuales en esa época para buscar mayor libertad, decidió quedarse en su pueblo», explica el escritor.

Carlos Castilla del Pino y Vicente Núñez
Carlos Castilla del Pino y Vicente Núñez – ABC

Dos años más tarde, en 1982, llegaría el éxito nacional de ‘Ocaso en Poley’, que lo convertiría en un personaje de relevancia nacional gracias al Premio Nacional de la Crítica y al interés que mostró por él Carmen Romero, esposa por entonces del presidente del Gobierno, Felipe González, y que llegó a visitarlo.

También de esa época son los primeros recuerdos de Vicente de la escritora Juana Castro, uno de los grandes nombres de la poesía cordobesa actual. La autora también lo conoció en Aguilar, en una visita que le hizo junto a Rafael Pérez Estrada, Abelardo Linares y Rafael Ballesteros.La fusión de varias tradiciones daba emoción y tensión a su poesía, como cuenta Juana Castro

«Me impresionó su manera de hablar, con sus largas pausas y sus eses finales», recuerda. Explica que, aunque estábamos entre amigos, «hablaba siempre con autoridad». Castro añade que «a partir de entonces formó parte de mis devociones y relaciones y teníamos conversaciones como de sentirnos colegas y hasta cómplices».

Según recuerda, el autor de ‘Poemas ancestrales’ ejercía «un magnetismo al que era difícil no sucumbir». «Lo suyo eran las distancias cortas, los breves encuentros», y ahí «él era un crítico, un sociólogo, un historiador, un lingüista, un filósofo y un literato porque había acumulado mucha sabiduría o la iba encontrando sobre la marcha», explica la autora.

En cuanto a su literatura, Juana Castro señala que «leer la poesía de Vicente Núñez es arribar a otro ámbito, a otra galaxia que transmite siempre emoción, fulgor y tensión al aunar diversas tradiciones, pues no es únicamente arquitecto verbal o musical».

Según Castro, desde esa tensión nos llega «la emoción de aquello que consigna, ya sea la naturaleza como los ambientes domésticos, el amor y desamor o la recreación de ese mundo específicamente suyo, el mundo que él creó y levantó a partir y desde el espacio literario de Ipagro o Poley». «Ante sus poemas no cabe sino la admiración», concluye Castro.

Si en el ámbito literario el recuerdo de Vicente Núñez sigue vivo 20 años tras su muerte, no lo es menos en el ámbito académico y universitario, donde su obra no deja de crecer en relevancia. El profesor de Literatura Contemporánea de la UCO Blas Sánchez Dueñas explica en ese sentido que Vicente pertenece «a la Edad de Oro de la poesía cordobesa», porque a los nombres canónicos del grupo Cántico se unen otros como el propio Vicente Núñez, Mariano Roldán, Concha Lagos o Manuel Álvarez Ortega.

En ese contexto, lo define como «un autor muy ecléctico que sintetiza la mejor tradición española, encabezada por Góngora y que conecta con los autores del 27, especialmente con Luis Cernuda». Sánchez Dueñas cree que sus libros de cabecera son ‘Ocaso en Poley’ y ‘Teselas para un mosaico’ y también destaca sus sofismas, «que demuestran su sagacidad y su vinculación con la poesía postmoderna actual, también por su sesgo filosófico».Según Villena, estuvo «fuera de sitio», porque no se parecía a los poetas del 50 y sí a los de Cántico

En cuanto a lo formal, cree que la obra de Núñez se fundamenta «en el verso libre, el magnífico uso del lenguaje, la maestría con la metáfora, los efectos sensoriales, el carácter elegíaco y el barroquismo».

El interés por Núñez no se queda sólo en España, de tal modo que una de sus grandes estudiosas hoy es Marina Bianchi, profesora de Literatura Española de la Universidad de Bergamo, en Italia. Según recuerda, «a principios de este siglo pude leer sus poemas y, pese a la intensidad de las imágenes, entendí que lo fundamental es que no se agota nunca, porque detrás de su poesía hay un misterio».

Bianchi también coincide en señalar que Núñez no perteneció a ningún movimiento. «Fue hermano de Cántico y colaboró con ellos, pero hay muchas diferencias», explica. Según la especialista, «escribía de una forma peculiar porque quería decir sin decir, y de ahí sus juegos con el silencio, con la mentira o lo de llamar a la poesía ramera».

La profesora italiana explica que aunque sus libros son muy variados existe «una coherencia de fondo». «Cada uno es una tesela para conocer el mosaico del significado en la que juega con el lector a través de una red de metáforas y alegorías, muchas referidas al mundo de Aguilar de la Frontera, en el que se encerró, al que quería mucho pero en el que también tenía muchos problemas», explica.

Según Bianchi, la de Núñez «es una poesía que necesita meditación y sensibilidad para llegar a su significado profundo», pero «incluso desde lo superficial se ven los muchos pueblos y escenarios de Andalucía», lo que lo conecta con García Lorca, así «como sus temas principales de poesía, amor, vida y muerte, elementos que combina y monta y desmonta».La profesora italiana Marina Bianchi está entre las que ahora lo estudian

«En su poesía el amor salva y eso lo hermana con Cernuda. pero hay un conflicto detrás que está en el silencio, y no sólo en los 20 años en los que dejó de escribir. sino como forma de expresión postmoderna», añade la especialista.

Bianchi señala por último que su obra se inserta en la tradición andaluza y «no deja de influir en poetas futuros y en los poetas jóvenes andaluces». También recuerda que «Vicente Núñez empezó antes que Antonio Gamoneda a trabajar en la poesía del silencio» y se congratula de que cuando ella comenzó a estudiar a Núñez apenas había escritos sobre él, mientras que ahora sí existen y su trascendencia «es incuestionable».

No cabe duda por ello de que, 20 años tras su muerte, la poesía de Vicente Núñez vuela ya desde su pequeño mundo aguilarense. Se eleva desde la humilde mesa de El Tuta hacia lo universal.

Vicente Núñez, durante su infancia, en el colegio
Vicente Núñez, durante su infancia, en el colegio – ABC

La leyenda que persiste

No sólo queda el interés por Vicente Núñez entre los escritores que lo conocieron, sino también en las nuevas generaciones. Así lo demuestra el caso de la escritora y profesora Estefanía Cabello, que cuando Vicente murió sólo tenía nueve años.

A ella, según explica, le llegaron sus libros y los de Cántico a través de otros autores de los 70, como Antonio Luis GinésRaúl Alonso o Juan Antonio Bernier. Cabello se muestra fascinada por el personaje y por los vínculos de la unión de Cántico y Vicente, que nació curiosamente en Galicia, en unos encuentros literarios, y que siempre despierta debates. Reivindica la labor de Núñez como literato, también como crítico, y como personaje para el que la literatura no era una ocupación «sino que la llevaba en vida y en vena».

Por eso agradece que libros como el que ha publicado Juan Lamillar o actos como los que ha impulsado la Junta esta semana «permiten que los más jóvenes podamos acercarnos a su vida y a su obra».

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