La catedral de La Curva

Existe en Aguilar un colegio, el de “La Curva”, que considero catedral del saber, porque en ella se aprende a leer y a escribir y ese tesoro, como el rezar, es algo mágico, que te abre los ojos a otros mundos. Pero si la que enseña en esta catedral de “La Curva”, es una maestra como Mari Carmen Rivas Campos, la magia se convierte en locura, en desvarío de ternura. Esta maestra de ojos grandes y paciencia infinita ha enseñado las primeras letras a medio Aguilar de la Frontera.

Los pilares de esta catedral están hechos de palotes, de borrones y fichas de cuadrículas con inocentes trazos infantiles. Sus muros y vidrieras dejan pasar la luz clara entre las letras que nos transmitieron las primeras cartillas de lectura. Sus cúpulas dejan ver el cielo ochavado de la plaza, tachonado de estrellas fugaces en una noche de verano.
Y en sus altares pongo, puestos a inventar, a la Virgen de la Curva, con escapulario del Carmen, al santo varón Manolo Pérez Cañete, el esposo de Mari Carmen, que con su entrega a todos y con su discurso bilingüe, presidirá en la otra vida la nave, cargado de workbooks y “bulilis” bendecidos por San Blas.

Entre los retablos de esta peculiar catedral, hay estantes cargados de libros, de poemas de Vicente Nuñez, de teatros como “Hablando de Andalucía”, de nuestra maestra Mari Carmen, con marcapáginas de estampitas de vírgenes de la Amargura y Antigua, el Cristo de la Salud y otras del Nazareno pontano. Al otro lado, en otro retablo, otro santón, nuestro Padre Pacho, que desgastó su vida enseñando en nuestro pueblo.

En esta catedral del saber, también se dan acciones de gracias. Mil gracias a esta familia Pérez Rivas a la que tanto Aguilar le debe. Por eso Mari Carmen, te buscaré en la sonrisa de tus nietos, en la tapa de una lata de carne membrillo, entre letras de oro, en tus recetas, en el brillo de tus ojos, que se nos ha quedado grabado a fuego. Un fuego, no como el que quiso vilmente acabar con tu vida, qué ilusos. Un fuego pentecostal como el del Espíritu Santo, que no se apaga nunca, como el que abrasó la titular de tu colegio, doña María Coronel. Porque tu corazón es más grande que una catedral, la catedral de la Curva.

Manuel Córdoba Ruiz

La Voz de Córdoba

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