Mi generación fue algo más tardía al movimiento ye-ye en su escala más joven, y como tal lo vivimos como muy nuestro. Una transición que no llegó a ser tal sino una revolución en toda regla; un cambio espectacular en la cultura musical y en muchos otros aspectos. Los jóvenes de esa nueva generación se distinguían por dos signos externos: la música y los atuendos. La música era el catalizador, su forma de evasión y comunicación, la expresión de sus inquietudes y preocupaciones.
El término ye-ye es bastante más que un estribillo de las canciones de los 60; es un concepto, el significado más profundo de toda una cultura pop: un estilo de vida, una forma de ser, de vestir, una actitud, un comportamiento ante los cambios sociales y, sobre todo, una parte muy importante de la música de una década prodigiosa. La mejor sin duda hasta la fecha.