Hasta la década de 1970, las fotografías en blanco y negro eran el estándar de las tomas fotográficas de entonces. Muchas formas de tecnología visual se han desarrollado inicialmente en blanco y negro y han evolucionado paulatinamente para incluir color.
En la década de los 70 se produce un cambio definitivo en las relaciones entre arte y fotografía por lo que se considera una época esencial para comprender el arte contemporáneo de los últimos 50 años. Durante esta década se produce una mayor interrelación entre arte y vida y con ello una preocupación por reivindicar lo cotidiano, la poética de lo personal, el paisaje de lo íntimo y los planteamientos documentales no convencionales. En este contexto artístico e histórico la fotografía se convierte en una herramienta idónea.
Esa nueva mirada proporcionó a las imágenes fotográficas el protagonismo que hasta entonces no habían conseguido dentro de las grandes disciplinas artísticas. Al volver a centrarse el interés en la vida y el día a día la fotografía se reveló como la disciplina que mejor se adaptaba al nuevo espíritu, la herramienta ideal para captar lo cotidiano y, al mismo tiempo, buscando nuevas vías de experimentación a la hora de documentar hechos y sensaciones.
Consciente o inconscientemente, Rafael Córdoba Paniagua se adentró en este nuevo enfoque del arte fotográfico con la fastuosa y extensísima producción que realizó de instantáneas de lo cotidiano a través de una de las tradiciones más arraigadas en el pueblo, como es la Semana Santa.