Para quienes vivieron o conocieron la vida en los cortijos, tanto de olivares como de campiña, contemplar una añeja fotografía como la que mostramos no puede por menos que retrotraerlos a un pasado en el que no todo era mejor. Un tiempo en el que las condiciones de vida y trabajo eran duras y requerían de un arrojo considerable para afrentarlas.
Quienes pernoctaron en los cortijos durante “Las barás” de aceituna o labores de campiña, ya fuera en el frío invierno o el caluroso verano, recordarán, quizás con añoranza, momentos vivenciales que permanecen imborrables y que causan alegría al rememorarlos cuando, como ocurre en esta instantánea, contemplamos la “macetilla” donde se repartía los potajes o cocidos que un mulero llevaba hasta el tajo de trabajo para el almuerzo de la cuadrilla, y para la cena que se repartía en la cocina de la cortijada.
Eran esos, sin duda, de los momentos más bonitos que tenía la jornada, ya que se vivían en comunidad y compartiendo lo mucho o poco que se podía tener en unas condiciones de habitabilidad tan precarias como ofrecían los viejos cortijos y los rudos tiempos que nos tocó vivir. Aun así, éramos felices.