Rafael Calero Palma

El día 3 de diciembre de 2018 fue un día muy triste para mí. Y no es que muriera nadie cercano a mí, ni me ocurriera ninguna tragedia personal, ni nada por el estilo. El día 3 de diciembre, lunes para más inri, fue el día siguiente a las elecciones autonómicas celebradas en Andalucía en las que la extrema derecha entraba por primera vez en un parlamento autonómico en este país. Y lo hacía con 395.978 votos, el 10% de los votos emitidos, lo que se tradujo en 12 escaños. La noche del día 2 ya fue como una pesadilla. Pero fue al día siguiente cuando la magnitud de la tragedia se mostró en todo su esplendor. Ahí nos dimos cuenta de que la suma de los diputados de PP, Ciudadanos y la extrema derecha superaba la mayoría absoluta, a pesar de que las elecciones las había ganado el PSOE; pero sus escaños, sumados a los de Adelante Andalucía, no servían para parar lo que se nos venía encima.

Y lo que se nos vino encima fue que la extrema derecha, que no llegó a entrar de facto en el gobierno, tenía la llave para abrir y cerrar puertas. Y durante toda la legislatura la utilizaron. Vaya sí la utilizaron.

Recuerdo muy bien aquel lunes 3 de diciembre. Fue un día negro para mí. Y para muchas mujeres y hombres que no comprendían cómo habíamos llegado a esa situación. En el trabajo, que llevábamos media vida hablando a las niñas y niños de igualdad, algunas compañeras estaban horrorizadas ante el avance de los cavernícolas, machistas y xenófobos. Pero ya no se podía hacer nada. Porque estábamos en el día siguiente. Un compañero me confesó que, a pesar de militar en el PSOE, no había ido a votar. Ni él ni casi nadie en su familia. Estaban cabreados con Susana Díaz. Recuerdo perfectamente su frase, mientras tomaba un café en el descanso: “Si lo llego a saber, no me hubiese quedado en casa.”

Cuento todo esto porque no quiero que el día 24 de julio sea otro día negro, negrísimo, como aquel 3 de diciembre de 2018. La película que están vendiendo los medios de comunicación de la derecha es que ya han ganado. Pero nada más lejos de la realidad. De hecho, y a poco que se sepan leer las encuestas, PP y VOX están lejos de llegar a los 176 diputados, el número que marca la mayoría absoluta en el congreso. Sin embargo, lo repiten una y otra vez, porque su objetivo es desmoralizar a los votantes de izquierda. El resto, es decir, quedarse en casita, viene solo. Mientras tanto, cada uno de los votantes de derechas irá a votar. No lo dudéis. Ni una monjita se quedará sin votar.

No dejéis que os engañen. Aún no hay nada hecho. Si todas las mujeres y hombres de este país que nos consideramos de izquierdas, que creemos en la igualdad, en la justicia social, en el bien común, que queremos vivir en el siglo XXI y no en un capítulo de la serie Cuéntame, vamos el día 23 de julio a votar, PP y Vox no podrán gobernar. Y no es porque lo diga yo. Lo dicen las matemáticas. Y ya sabemos que las matemáticas no engañan. Por favor, id a votar. Porque el día 24 las lamentaciones no servirán para nada.

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