
Diego Igeño
Últimamente, me he vuelto demasiado introspectivo y solo me miro el ombligo desdeñando lo que sucede a mi alrededor. Quizá esto se deba a que lo que veo no me gusta nada: guerras, cambio climático, sainetes políticos, «aceitazo», rubiales y «moreniales», etc. Entre estos últimos me he quedado perplejo con un excelentísimo y reverendísimo, mejor dicho con sus palabras, que han dejado en mantillas las diatribas de nuestro Don Demetrio. Se ve que ambos el alcanfor en vez de utilizarlo para desapolillar sus sotanas, lo utilizan para conservar las rancias ideas de sus cerebros. No sé si la «fifa» arzobispal tomará cartas en el asunto, aunque me temo que seguirá haciendo del «dontancredismo» su modus operandi, como lleva haciendo tras tantos y tantos años de abusos. Por mi parte, como no ando por la labor de comulgar lo que ordinariamente reparten, tampoco lo haré con esas ruedas de molino que nos quieren hacer tragar. Señor Arzobispo de Oviedo, no aproveche ni su cargo ni su tirón mediático ni una celebración de carácter público para lo que no le corresponde. No por viejo es menos cierto el dicho de «zapatero a tus zapatos» y aunque no le haga gracia, por la mención no premeditada al que seguro es uno de sus demonios -el Zapatero con mayúsculas-, aplíquese el cuento y dedíquese a debatir sobre el sexo de los ángeles y a predicar la palabra divina. El resto del mundo se lo agradecerá.
Acabo de ver, por otra parte, una imagen de Leonor de Borbón Ortiz jugando a los soldaditos. Se la ve tirada en el suelo, con un fusil y embarradísima. Vamos, lo que se dice un cuadro. Me ha dado mucha pena la pobrecita, pero entiendo que es un adiestramiento muy útil para su vida futura porque… ¿quién sabe lo que se encontrará en las interminables recepciones en el Palacio Real, en los largos veranos en Marivent o en las temporadas de esquí en Baqueira? Para esos menesteres el manejo de un arma no sé si le vendrá bien; para otros, el acostumbrarse al barro sí que le será útil, sobre todo, teniendo en cuenta los muchos lodos pretéritos que mancharon al abuelo, tito Iñaki y tita Cristina y otros familiares.
Como una española cualquiera está formándose para desempeñar un puesto de trabajo. Pero a diferencia de la inmensa mayoría de nuestros jóvenes, ella ese curro ya lo ha encontrado; de hecho, lo tiene reservado desde el mismo momento de su nacimiento por la peregrina razón de ser la mayor en un matrimonio real. Si eso sirve para ella, debería servir para todos. Por ello, el gobierno tendría decretar que todos los hermanos mayores de todas las familias españolas tuvieran su empleo garantizado desde el minuto uno de sus vidas. Absurdo, ¿verdad?, pues eso. También se ha encontrado la doña un sueldecito para sus gastillos, pero eso es otro cantar.
Como en esa familia son muy profesionales, antes quisieron que la niña estuviera bien formada. Y para ello la mandaron a un colegio en el extranjero, «como una más», para que además perfeccionara idiomas. O sea, más o menos como mis hijas, que realizaron el bachillerato en un centro público en AF y después para el perfeccionamiento idiomático tuvieron que pagar lo que la enseñanza reglada no les dio. Luego algún estúpido cortesano las oirá hablar y comparará el inglés regio con el plebeyo y se le desarmarán las pajarillas elogiando a la futura monarca.
En fin, lo dicho que me ha dado mucha pena esa pobre princesa que ya no es de cuento, sino de mercados de valores. A ver a cuánto se cotiza la monarquía mañana porque en la actualidad su valor se devalúa día tras día.