Carmen Zurera Maestre

¿Qué hubiera ocurrido si sabiendo el día del comienzo de la guerra los habitantes de Palestina se hubieran sentado alrededor de sus casas a esperar la lluvia de bombas y en un acto de absoluta rebeldía se hubieran hecho mártires en lugar de conejillos de indias?

¿Qué ocurriría si un ejército se negara a asesinar a la población civil?

Gandhi defendió la desobediencia civil, y la resistencia pacífica contra el imperio británico. Ya sabemos cómo acabó, pero inspiró a millones de personas.

Hace más de 30 años asistí a la conferencia de un experto (mi mala memoria me impide acordarme de su nombre y de sus títulos), que aseguraba que las guerras del futuro serían tecnológicas y que la población civil no sufriría la tragedia de un conflicto tan sádico y cruel. Entonces no lo creí y 30 años después queda absolutamente desmentido.

Como miembro de la población civil soy incapaz de pronunciar ni una sola certeza de lo que ocurre en Israel y Palestina, para eso están los expertos, pero como persona me abrasan las entrañas el silencio cómplice de quienes pueden permitir o acabar con la sinrazón humana.

No consigo quitarme de la retina las imágenes de niños y niñas rodeados de polvo, a cuyo alrededor corren veloces adultos que trasportan cuerpos mutilados y sangrantes. Sus expresiones de incomprensión, abandono y terror. No consigo dejar de pensar en una niña arrodillada junto a su madre, que yace en el suelo, gritando en su idioma a quien pudiera oírla. Con los ojos perdidos y golpeándose el cuerpo. Era la viva imagen de la locura.

Cuando el ejército israelí exigió que la población civil se desplazara hacia el sur, porque iba a iniciar su ofensiva contra Hamás, intuí que la estrategia era comenzar a barrer con sus tanques y sus bombas de norte a sur las vidas de todas las personas que allí vivían, sean de Hamás o no. Si yo lo intuí, los que nos gobiernan lo sabían a ciencia cierta, pero necesitan que esta tragedia se vaya explicando poco a poco para que podamos digerirla.

En esa primera fase de la guerra, aún alguien podía tener esperanza de que se limitara a una zona concreta. Sin embargo, cuando comienzan a bombardear también el sur, algunos líderes mundiales van balbuceando que “se están pasando un poco” y que deben “respetar las leyes internacionales”.

A quienes se atreven a decirlo Netanyahu los castiga llamando a consultas a sus diplomáticos, o acusándolos de terroristas y cómplices de Hamás. Mientras continúa devastando escuelas, hospitales, viviendas. Impidiendo el acceso al agua, a la comida, a las medicinas. Sembrando el terror y alimentando una tierra de huérfanos con el corazón lleno de odio.

Entre las muchas imágenes que nos han llegado, también había una mujer que en un principio se desplazó al sur para salvar su vida y la de los suyos y que ha vuelto a las ruinas de su casa tras comprobar que el sur tampoco es la salvación. Con una tabla en la mano recogida de los escombros dice: Volveremos a levantar la casa donde vivimos.

¿Qué pasaría si la sociedad civil comenzara una resistencia pacífica y universal que neutralizara a quienes nos utilizan de forma tan salvaje e inhumana?

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