Como cada Viernes de Dolores los pasos nos llevan hasta la Cuesta de la Parroquia, sin duda el centro espiritual de este señalado día, pórtico indiscutible de la Semana Santa aguilarense. Desde primeras horas de la tarde la cita con la función principal del quinario ha llevado al templo mayor a muchísimos fieles para cumplir con la devoción al Señor de Aguilar, que un año más estaba dispuesto en su antiguo trono de plata Menese, en el altar mayor del templo, recibiendo el cariño de cientos de cofrades y devotos.
Y es que ante el bendito Nazareno parece que se para el tiempo, y nos hace evocar esas fotografías añejas donde el Señor, como ahora, luce en su característico paso en este señalado día de acendrado fervor nazareno.
Concluidos los cultos, el rito se volvió a renovar con la toma del trono por los devotos para portarlo hasta la puerta del templo, donde, un año más, el nazareno ha bendecido a su pueblo congregado en la empinada cuesta, adueñándose así de los corazones de los nacidos en esta vieja villa de la campiña cordobesa.
Los romanos han prestado a la escena su visión más ancestral y han enaltecido el acto con los vistosos plumeros y marcial desfile, así como con las marchas interpretadas, que han puesto la banda sonora a la noche que abre de par en par las puertas a la Semana Santa de Aguilar de la Frontera.