
¿Hasta que punto duerme uno con sus anhelos?, si entre la espada fría del desaliento y la calor turbadora de la memoria viva, se esconde la indiferencia de aquel que no se siente culpable.
¿Hasta donde el compromiso del ilusionado? Ese que navega entre la esperanza vana de un sueño y el fugaz suspiro del que alcanza una meta.
Y van pasando los años y sigue libre el pensamiento, y la ilusión, y las ganas, y el deseo de llegar a esa orilla donde me espera mi padre, mi pobre padre; ese que vistió de alegría mis mañanas y al cuál me arrebataron un maldito día.
El olvido no es perdón. El olvido debería estar penado.
El dolor, es la piedra viva que nace del corazón cuando una pena se enquista en el alma.
Antonio Cabello sigue buscando su estrella, esa que le guíe al manantial de los sueños cumplidos, a la senda de la justicia, aunque sea poética, entre hirvanes de sacrificio y esa media sonrisa que delata su tez cansada.
Nadie negará tu valía, ni tú dedicación, ni tú compromiso; y mucho menos tú esperanza.
Y ahí sigues, con tu tricolor republicana, esa que ha vestido siempre tu cuerpo ilusionado de un sueño incompleto, junto a tus manos limpias y puras de una verdad latente.
En esta vida o en otra cualquiera, seguirán volando libres las ideas, el amor a nuestros mayores, los sueños anhelados, la gente buena; aquellos que no tuvieron un mañana mientras vivían el ayer.
Y tantas cosas más amigo Antonio, y tantas cosas más.
Salud y Republica, querido Antonio Cabello.
Salud, suerte y Republica.
Rafa Pino.