
Aun teniendo un cielo casi cubierto de nubosidad, como su reparto no es homogéneo del todo, suelen aparecer algunos huecos por los que se cuelan los rayos solares, preferentemente al amanecer o al anochecer.
Esta situación crea un efecto visual muy llamativo, que en muchos momentos de nuestra historia ha sido interpretado, como una señal divina. Muchos son los cuadros y las esculturas que han representado este momento, en especial en los de temática religiosa.
Este rayo de sol que surge a través de las nubes, como dice José Miguel Viñas en su artículo Arcasmos y otras particularidades del lenguaje meteorológico popular, recibe nombres diversos según las zonas, como raza de sol, calandrón, escaldachón, chugaína [chugá], caldiellu, llugada o llugatu (localismos asturianos estos tres últimos) y que en el interior de Cantabria también es conocido como rojana.
La realidad es menos poética que lo que nos dice nuestra vista o lo que queda representado en la pintura o escultura. Lo que sucede con el sol y las nubes es lo mismo que pasa cuando un rayo de sol penetra por el orificio de una de nuestras persianas y nos parece observar el rayo.
Simplemente las innumerables partículas de polvo, polen o los contaminantes que flotan en el aire interceptan la luz solar, la reflejan y crean en nosotros esa falsa realidad de ver los rayos solares.
Foto realizada por Manu Cecilia.