
En la década de los setenta y ochenta, la chiquillería era totalmente diferente a la actual, como no podía ser de otra manera. Eran los años en los que los aires de libertad comenzaban a llenar nuestras calles de sana alegría que inundaba la vida de los mayores y los chiquillos que comenzaban a experimentarla sobre todo cuando llegaban las fiestas del pueblo.
Una chiquillería que, como se advierte en esta bonita captura fotográfica, se arremolinaba junto al entonces hermano mayor del Resucitado, Miguel Varo “el pescas” en la recogida de la cofradía de Domingo de Resurrección, expectantes por salir en la foto al ser poco habitual aun en ese tiempo el poder retratarse.
He de significar como anécdota que, medio siglo después, la gran mayoría de aquellos chiquillos conservamos algo de la ingenuidad que obtuvimos en las calles y que hacía avivar el interés ante cualquier prodigio, aunque este fuese tan sencillo como sacar una fotografía, pues nos sentíamos unos privilegiados si salíamos en ella, aunque nunca llegásemos a verla.
Se suele decir que de lejos las cosas parecen más pequeñas, pero, en realidad no lo son. Éramos menos tecnológicos que los de ahora, pero creativos, inocentes e ingenuos.