
Cada vez que paso por el Llano de las Coronadas recuerdo aquellos días que nunca olvida la memoria; aquel paseo donde las tardes se eternizaban entre chácharas intranscendentes de ingenuos e inocentes muchachos que comenzaban a vivir la vida. Recuerdo mi juventud y aquel sentimiento que nunca más volverá. El sentimiento de que yo podría durar más que todo, más que el mar, más que la tierra, más que todos los hombres.