
Las fotografías antiguas son ventanas que se abren al ayer, instantes detenidos que nos devuelven aromas, sonidos y rostros ya lejanos. Entre ellas aparece el recuerdo de un concierto de música clásica celebrado en la iglesia del Hospital, en aquellos años ochenta que hoy parecen tan distantes.
Fue una noche en la que la Orquesta del Conservatorio de Música de Córdoba llenó de armonías las viejas naves del templo. La batuta estaba en manos del siempre recordado Don Sebastián Valero, alma y corazón de la Banda Municipal de Música de Aguilar durante más de cuatro décadas. Su figura, erguida y serena, dirigía con la maestría de quien convierte cada nota en un latido compartido.
Quienes allí estuvimos aún guardamos en la memoria la solemnidad de la música elevándose entre los muros, el silencio reverente del público y la sensación de estar viviendo algo irrepetible. Hoy, al mirar esta fotografía, no solo recordamos un concierto: recordamos también una época, una forma de sentir la música y la vida.



