
Las mujeres rurales en la España de los años centrales del pasado siglo XX trabajaban desde el amanecer hasta la noche. Además de las tareas domésticas, contribuían directamente a la economía agrícola: segaban, ordeñaban, cuidaban del ganado, recogían aceitunas o ayudaban en la vendimia.
Un número importante de ellas realizaban también labores de sirvientas en las casas de los “señoritos” u otras ocupaciones como las de costuras o tenderas, que estaban fuera del ámbito agrario; pero eran las menos. Escasísimas eran las que conseguían un trabajo en el ámbito de la rudimentaria industria que existía en nuestro pueblo, siendo las más conocidas por la participación de mujeres las del Calmante Vitaminado y las de Salgado (Los Puentes).
Esta instantánea muestra a un pequeño grupo de féminas que trabajaban en el Calmante Vitaminado y, además, compartían paseos en el Llano de las Coronadas, junto al que se encontraba la factoría del Calmante, propiedad de don Diego Pérez Jiménez.
El lugar no es otro que las antiguas escaleras del “Tablao” de la Música, y a tenor de los abrigos que lucen y los paraguas, sería alguna fecha del tiempo invernal.
Las mujeres rurales de la España de los años cincuenta representaron la fortaleza y la continuidad de un país en reconstrucción. Su trabajo invisible, su resistencia silenciosa y su papel como transmisoras de cultura fueron esenciales para la supervivencia del mundo rural. Aunque relegadas por la ideología franquista a un papel secundario, su aportación real fue determinante y merece hoy un reconocimiento histórico y social que durante mucho tiempo les fue negado.
Foto cedida por Juan Rubio Berlanga



