
Rafa Pino
Se palpaba en el ambiente y se han vuelto a cumplir las expectativas. La cuadragésima noche flamenca de la Curro Malena ha vuelto a ser un rotundo éxito.
El flamenco en si, ha demostrado nuevamente, el porque de su enorme valor, tanto a nivel humano como artistico.
No quiero ser reiterativo, pero tengo que reconocer y al mismo tiempo afirmar, que este arte rompe barreras y fronteras, y va más allá del sentimiento.
Hablo desde la parcialidad que me atribuye la poca o mucha conocencia que tengo de este arte.
Cuando un artista ofrece todo lo que tiene, poco más se le puede pedir.

El festival de esta pasada noche ha puesto de relieve dos cosas, que el flamenco tiene cada día más adeptos, y que en la CURRO MALENA se entiende sobradamente de silencio, respeto, y saber escuchar.
Cincuenta años de pasión por el flamenco dan para muchas vivencias. La peña cultural flamenca Curro Malena, como precursora y difusora de este arte, ha portado con mano firme, la bandera del flamenco en Aguilar de la frontera; y eso hay que reconocerlo y llevarlo a gala por muchos años que pasen.

.
La crónica de esta noche es bien sencilla, cortita, y al pie.
Los artistas que han desfilado por nuestro escenario está pasada noche, se han vaciado, literalmente hablando.
Dos hermanas Portuenses, Nazaret y Aroa Cala, poniendo en pie al respetable, no se puede cantar con más arte, poderío, y sentimiento; chapeau por estas des hermanas del Puerto de Santa María.
Caracolillo de Caí; se trajo la sal de la bahía, ¡que compás!, que arte más grande, que manera de la contagiar alegría y buen ambiente, y por supuesto: saber cantar sabiendo lo que se canta.
El cuadro de baile comandado por Lola Pérez puso en pie al respetable, con una puesta en escena audiovisual que levantó a la gente del asiento, un torbellino de arte, brazos y pies al mismo compás, con la voz acompañante de Rafa “el calli”, que se dejó la garganta en el escenario.
Y como colofón, un pontanes con mucho arte y solera, Julián Estrada; que hizo un despliegue de derroche artístico al alcance de muy pocos. Un artista como la copa de un pino. Sabiduría y mucho compás. Dominando y ejecutando a la perfección todos y.cada uno de los cantes realizados. No se puede cantar mejor ni con más arte.

La guitarra de Manolo Silveria convertida en piano, dejó una muestra palpable de la auténtica guitarra cordobesa. Sabiduría y solera al acompañamiento, con ese halo mágico que tiñe la noche de armonía.
Juan Moneo, ejemplo de una estirpe jerezana donde el flamenco es santo y seña. El arte de este guitarrista gaditano dejó una impronta más que agradable al oído.
Cincuenta años de pasión por el flamenco. Cincuenta años llevando este arte por bandera. Cincuenta años difundiendo una forma de cantar diferente a las demás, donde el sentimiento galopa a rienda suelta y sin frano.
¡VIVA EL FLAMENCO!
AMO EL FLAMENCO
